En los últimos días, algunos periódicos recogen que, según el PAND (Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación) del Ministerio de Medio Ambiente, las regiones con mayor superficie en riesgo alto o muy alto de desertificación son Canarias, con el 77,6 % de su territorio clasificado dentro de estas dos categorías; Murcia con el 43,37 %, Andalucía con el 35,5 % y Valencia, con el 28,33 %. En el extremo opuesto, entre las que cuentan con menor territorio en riesgo alto o muy alto de desertificación, encabezan la categoría con cifras igualadas Cantabria, Galicia y Asturias, con ninguna hectárea en esta situación, y les sigue el País Vasco con el 1,52 % de su superficie. Castilla y León es la quinta región española con menor superficie en riesgo alto de desertificación de España, con sólo el 4,15 % del total del territorio, lo que la sitúa sólo por detrás de Asturias, Galicia, Cantabria y País Vasco, según el diagnóstico del PAND. Del total de más de 9,4 millones de hectáreas de Castilla y León, 18.575 -el 0,20 %- se encuentran en situación de muy alto riesgo de desertificación, mientras que 372.637 hectáreas figurarían con riesgo alto, lo que representa el 3,95 % de la superficie regional. En situación de riesgo medio de desertificación se situarían un total de 870.899 hectáreas, un 9,24 % del total regional; mientras que en riesgo bajo se englobaría el 56,92 % de la superficie de la Comunidad. Por provincias, Valladolid suma el mayor porcentaje de superficie en muy alto o alto riesgo de desertificación, con el 8,12 %, seguida de Segovia (7,29 %) y Soria (7,18 %), mientras que León está en el lado opuesto con sólo el 0,28 %.
Aubreville definió en 1949 la desertificación como un proceso complejo que reduce la productividad y el valor de los recursos naturales, en el contexto de condiciones climáticas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, como resultado de variaciones climáticas y actuaciones humanas adversas.
La desertificación es un problema ambiental muy grave, en mi opinión más preocupante que el cambio climático, con el que está muy relacionado. Es, además, un problema complejo, que depende de múltiples factores, entre los que destacan factores climáticos (sequía, aridez, lluvias intensas), geomorfológicos (fuertes pendientes, litologías blandas, elevada erosionabilidad del suelo) y humanos (explotación irracional de acuíferos, salinización de suelos, incendios forestales…), que llevan a la degradación del suelo y de la cubierta vegetal.
Aunque los datos relativos que se han expuesto no son excesivamente elevados (salvo en Canarias), la superficie afectada es enorme, y eso obliga a tomar medidas de manera urgente. En la mayoría de los casos, las actuaciones pasan por la reforestación de terrenos degradados y la aplicación de técnicas de conservación de suelos, especialmente en la agricultura.