Esto es tan recurrente como los incendios forestales en verano. Todos los años, cuando se producen avenidas más o menos catastróficas en nuestros ríos, en los medios de comunicación diversas voces claman por la limpieza de las riberas. Los desbordamientos, en opinión de los opinadores, son culpa de esa vegetación, de esa "maleza" que de forma tan funesta y desordenada crece en las orillas y riberas de los ríos. La vegetación de ribera, además de no ser la responsable de las inundaciones, tiene valores insustituibles, como son: la estabilización de márgenes y orillas, el control de la influencia de la cuenca sobre el cauce, intervención en el ecosistema fluvial y ribereño y el interés paisajístico.
Sin embargo, muy pocos hacen una reflexión sobre los cambios de uso del suelo de las cuencas. Las cuencas han pasado de tener una vegetación natural más o menos evolucionada o degradada, a desaparecer bajo el hormigón y el asfalto de urbanizaciones que son masivas. Si utilizamos un modelo hidrológico como el del Número de Curva, podemos darnos cuenta de que la evolución en muchas de nuestras cuencas es pasar de números de curva medios relativamente bajos (30-50), correspondientes a bosques o matorrales, a números de curva elevados (>90) de caminos, carreteras y zonas urbanizadas. El resultado es más escorrentía en cada aguacero y mayores caudales punta en nuestros ríos.
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