jueves, 24 de julio de 2008

Expo Zaragoza 2008: I-Pabellón de la Santa Sede

Antes de visitar la Expo del Agua era bastante excéptico respecto a su eficacia respecto a mejorar la gestión del agua o a la aparición de nuevas ideas relacionadas con ella. Posiblemente desde este punto de vista los foros y congresos que se desarrollan de forma paralela a la muestra sean lo más interesante, aunque de momento sus conclusiones no están teniendo apenas difusión.
Esta semana he tenido la oportunidad de visitar la Expo y ahora puedo hablar con más conocimiento. Amén del pésimo desarrollo urbanístico de la zona inundable del Ebro en el meandro de Ranillas, que ya se trató en un post anterior, tengo que reconocer que la Expo tiene cosas buenas y cosas malas.


Posiblemente uno de los mejores pabellones sea el de la Santa Sede, aunque para algunos haya pasado desapercibido. Intenta aunar el sentido espiritual que el agua tiene para el cristianismo, y su reflejo en el arte, con la idea de el agua como recurso escaso -don de Dios- que es necesario compartir y hacer accesible a todas las personas del planeta.
Benedicto XVI hacía referencia a estos aspectos en su carta con motivo de la Expo, que empieza así:
"Me es grato enviar un mensaje de fe y esperanza a cuantos visitan en estos días la Expo Zaragoza 2008, dedicada a los complejos temas relacionados con el valor que tiene el agua para la vida del hombre y el mantenimiento del equilibrio entre los diversos elementos de nuestro mundo. La Santa Sede ha querido estar convenientemente presente en la Expo con un stand, preparado juntamente con la Archidiócesis de Zaragoza, a la cual agradezco su generoso compromiso para promover adecuadas iniciativas culturales que acerquen al visitante al inconmensurable patrimonio de espiritualidad, arte y sabiduría social que se inspira en el agua y que han sido custodiados por la Iglesia católica".
Sobre el agua como bien material dice:
"Hemos de tomar conciencia de que, lamentablemente, el agua –bien esencial e indispensable que el Señor ha dado al hombre para mantener y desarrollar la vida– es considerada hoy, a causa del acoso y la presión de múltiples factores sociales y económicos, como un bien que debe ser especialmente protegido mediante claras políticas nacionales e internacionales, y utilizado según criterios sensatos de solidaridad y responsabilidad. El uso del agua –que es valorado como un derecho universal e inalienable– está relacionado con las necesidades crecientes y perentorias de las personas que viven en la indigencia, teniendo en cuenta que «el acceso limitado al agua potable repercute sobre el bienestar de un número enorme de personas y es con frecuencia causa de enfermedades, sufrimientos, conflictos, pobreza e incluso de muerte» (Consejo Pontificio “Justicia y Paz”, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 484). Respecto al derecho al agua se debe subrayar también que se trata de un derecho que tiene su fundamento en la dignidad de la persona humana; desde esta perspectiva se han de examinar atentamente las posturas de aquellos que consideran y tratan el agua únicamente como un bien económico. Su uso debe ser racional y solidario, fruto de una equilibrada sinergia entre el sector público y privado".
Y sobre su dimensión espiritual:
"El que hoy en día se considere el agua un bien predominantemente material, no debe hacer olvidar los significados religiosos que la humanidad creyente, y sobre todo el cristianismo, ha desarrollado a partir de ella, dándole un gran valor como un precioso bien inmaterial, que enriquece siempre la vida del hombre en esta tierra. ¿Cómo no recordar en esta circunstancia el sugestivo mensaje que nos llega de las Sagradas Escrituras, tratando el agua como símbolo de purificación (cf. Sal 50,4; Jn 13,8) y de vida (cf. Jn 3,5; Ga 3,27)? La plena recuperación de esta dimensión espiritual es garantía y presupuesto para un adecuado planteamiento de los problemas éticos, políticos y económicos que afectan a la compleja gestión del agua por parte de tantos sujetos interesados, tanto en el ámbito nacional como internacional".
La parte artística que tiene el pabellón de la Santa Sede es posiblemente de lo más valioso de la muestra internacional. Destaco el lienzo del bautismo de Cristo de El Greco, el precioso Goya y esa recién restaurada Virgen de la Esperanza de la pequeña y bonita localidad turolense de Gea de Albarracín.







































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