martes, 26 de mayo de 2009
Patio-pozo
El agua de lluvia se recoge en el patio pavimentado y se dirige hacia el centro, donde se sitúa un pozo que a la vez actúa como aljibe.
Es típico también de palacios medievales y renacentistas, como el Palacio de Santa Cruz (Valladolid) o la Casa de los Deanes (Ávila).
Patio-pozo de la Casa de los Deanes (Ávila).
Barrancos aterrazados
Cantavieja (Teruel)
sábado, 23 de mayo de 2009
El acueducto tradicional de Valsaín
viernes, 22 de mayo de 2009
Por una ordenación del territorio más racional
Hoy ha salido la noticia de que Geria, un pueblo cercano a Valladolid con el que me unen importantes lazos familiares, quiere urbanizar 32 hectáreas para construir más de 800 viviendas, en unos terrenos municipales, separados del nucleo urbano, en un prado. Recuerdo que en la elaboración del plan urbanístico se discutió mucho sobre si este terreno debería ser urbanizable o rústico de especial protección.
Hace unos años ya publiqué en la revista del pueblo (Micaela), y de ello se hizo eco la web local, un pequeño artículo divulgativo destacando los valores del terreno que ahora se pretende urbanizar, llamado El Prado. Decía allí que la palabra "prado" aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua con dos significados:
1º.- Tierra muy húmeda o de regadío, en la cual se deja crecer o se siembra la hierba para pasto de los ganados.
2º.- Sitio ameno que sirve de paseo en algunas poblaciones.
En Geria podemos encontrar el "Prado Grande" y "Prado de Fuentemuera" al norte del municipio, y "El Prado", situado junto a la carretera de las Ventas. Los tres están asociados a zonas de cierta humedad; los dos primeros alimentados por sendas fuentes.
Volvamos a las definiciones. ¿Tierra húmeda?. El Prado, es una zona húmeda (humedal) provocada por la cercanía de las aguas subterráneas a la superficie del suelo. Esta gran cantidad de agua, que antiguamente afloraba con frecuencia encharcando el Prado en sus partes más bajas (descarga del acuífero), provoca la proliferación de una vegetación -mayoritariamente herbácea- adaptada a estas condiciones de humedad. Este es un caso similar a los humedales existentes al sur del Duero (en los alrededores de Medina del Campo y Olmedo, por ejemplo); con menor extensión, es cierto, pero con parecidos valores ecológios y usos tradicionales que no hay que olvidar. Respecto a si es o no el Prado un sitio "ameno que sirve de paseo", hasta hace unos años los abundantes olmos que había -especialmente en Los Lavanderos- hacían de aquel un lugar agradable por su frescura y tranquilidad. En la actualidad en el prado está situada la piscina, el frontón, dos campos de fútbol, pista de tanga, columpios y un tobogán, lo que hace la gente acuda, sobretodo con el buen tiempo, a practicar deporte o simplemente a pasear puesto que hay un paseo que comienza en el pueblo y termina en el prado. Aunque la ubicación de un circuito de motocrós, aumenta la contaminación acústica desde hace años.
Cuando he hablado de este tema con el alcalde o con la alcaldesa anterior, siempre me dicen que son un pueblo pequeño (500 habitantes) y que para tener mejores servicios tienen que aumentar la población. Imagino que su modelo de municipio lo tienen en pueblos cercanos como Arroyo de la Encomienda (que ya no tiene suelo para urbanizar), Simancas o Zaratán. Pero el crecimiento económico de un municipio no puede ser a costa de devorar terrenos que en algunos casos tienen alto valor natural. No es sostenible que en un plazo corto de tiempo se multiplique por 4 la población y por 3 la superficie dedicada a viviendas. ¿No sería más lógico fomentar la restauración y reforma de viviendas en mal estado situadas dentro del casco urbano? ¿No se podría construir en solares vacíos dentro del pueblo o colindantes a él? Este tipo de actuaciones son mucho más sostenibles, porque suponen una revitalización del pueblo no crean otro pueblo aparte. Los recursos naturales, suelo y agua, se aprovecharían de manera más eficiente. Así que, propongo (1) que se amplíe progresivamente el casco urbano según aumenten las necesidades de la población del municipio, (2) fomentar la rehabilitación de viviendas ya existentes y a la construcción en solares dentro del pueblo, y (3) recuperar los espacios naturales propios del municipio (como el Prado), restaurando su vegetación y haciéndolos adecuados para el disfrute de todos las personas.
Si se nos llena la boca al hablar de desarrollo sostenible, hagámoslo realidad con una ordenación del territorio más racional.
miércoles, 20 de mayo de 2009
Aplicación a las zonas secas de la provincia de Ávila de una metodología para el diseño de restauraciones forestales
La provincia de Ávila no presenta condiciones de patente aridez, pero sí existen áreas semiáridas y subhúmedas secas, especialmente en la zona norte (comarcas de La Moraña y Tierra de Arévalo). Destacan por su carácter seco las estaciones de Madrigal de las Altas Torres, Arévalo, Fontiveros, San Pedro del Arroyo y Ávila. De los climodiagramas de estas estaciones se puede deducir que el periodo de sequía se extiende de 2 a 4 meses. Incluso en una estación tan lluviosa como la de Arenas de San Pedro, en el sur de la provincia, el periodo de sequía es amplio, lo cual implica condiciones de estrés hídrico para la vegetación en esos meses.
Terrenos degradados en proceso de desertificación. a: Blascosancho, b: Pajares de Adaja, c: Navalacruz, d: Casavieja, e: Gallegos de Sobrinos, f: Pozanco y Peñalba de Ávila, g: Nava de Arévalo, h: Peñalba de Ávila
Siguiendo con el concepto de desertificación, desde que Aubreville lo introdujera, ha sido controvertido y mal utilizado o, cuando menos, su significado no ha cristalizado de manera precisa ni siquiera a nivel técnico (Puigdefábregas, 1995). En español, desertificación es equivalente a desertización, que según el diccionario de la Real Academia de la Lengua es la “acción y efecto de desertizar”. Desertizar, por su parte, significa “convertir en desierto, por distintas causas, tierras, vegas, etc.”. No obstante, y aunque en este trabajo se emplearán indistintamente ambas palabras, algunos autores como García Camarero (1989), estiman que existe una diferencia entre desertificación y desertización, que consiste en que esta última está causada exclusivamente por agentes naturales.
Pero volviendo a los sustantivo, la desertificación es un conjunto de procesos o la manifestación de fenómenos implicados en el empobrecimiento y degradación de los ecosistemas terrestres por impacto humano. No es un problema meteorológico o ambiental aislado (como puede ser la sequía o la desaparición de una especie vegetal) en un territorio más o menos extenso, sino, como argumenta López Bermúdez (2001), es una patología surgida de la ruptura del equilibrio entre el sistema de producción de los geoecosistemas naturales y el sistema de explotación humana. En la provincia de Ávila, según el Programa de Acción Nacional contra la Desertificación (PAND) (MIMAM; 2008), la mayor parte de la superficie tiene un riesgo de desertificación bajo, aunque es sencillo localizar terrenos con riesgo mayor.
Las principales consecuencias ambientales de la desertificación son, entre otras, las siguientes (López Bermúdez, 2001):
- Alteración del sistema atmósfera-suelo-planta.
- Perturbación en la regulación del ciclo hidrológico.
- Cambios y deterioro de la ecodiversidad terrestre.
- Reducción de la biomasa y degradación de la cubierta vegetal. Deterioro del patrimonio forestal, resultando el bosque sustituido por formaciones secundarias de arbustos y matorral, cada vez más abiertas, que pueden dejar de existir. Modificación de la composición florística, favoreciendo a especies típicas de suelos degradados.
- Deterioro e incluso pérdida de la estabilidad estructural del suelo y formación de compactaciones y costras. Disminución de la porosidad, capacidad de infiltración y contenido de humedad del suelo, a la vez que se incrementan las escorrentías superficiales y su poder erosivo.
- Degradación biológica del suelo: pérdida de nutrientes en calidad y cantidad.
- Aceleración de la erosión eólica e hídrica. Decapitación de los horizontes superiores, con acumulaciones de sedimentos en las partes bajas y afloramiento en superficie del material parental.
- Pérdida de la base de sustentación de las raíces de las plantas.
- Proliferación de incisiones en el terreno (surcos, cárcavas, etc.), movimiento en masa en laderas, hundimientos y generalización de la morfología abarrancada (malpaíses, lo que en la bibliografía anglosajona se denomina bad-lands).
- Salinización de las áreas irrigadas con aguas de mala calidad.
- Acidificación del suelo.
- Cambios en el microclima del suelo (aumento de la temperatura y de la evaporación, entre otros).
- Degradación de los recursos hídricos e incremento de la variabilidad en el régimen de los cursos de agua. Reducción del agua disponible por el deterioro de los flujos hídricos y la sobreexplotación de acuíferos. Degradación y desaparición de humedales y manantiales.
La Institución Gran Duque de Alba, entidad para la investigación dependiente de la Diputación de Ávila, ha financiado un proyecto de investigación titulado “Aplicación a las zonas secas de la provincia de Ávila, de una metodología para el diseño de restauraciones forestales basada en la recolección de agua”, que pretende mejorar las técnicas de lucha contra la desertificación. En este trabajo, desarrollado por el Grupo de Hidrología y Conservación de Suelos, con sede en la Universidad Católica de Ávila, se aplica a esta provincia una metodología dirigida al diseño de la preparación del suelo para la restauración forestal en zonas áridas y semiáridas. En estas áreas, donde las precipitaciones son escasas, la instalación artificial de una vegetación leñosa resulta más difícil, puesto que la insuficiente cantidad de un recurso fundamental para el desarrollo de las plantas como es el agua, pone en serio peligro su supervivencia inicial.
En primer lugar debe dimensionarse la capacidad del microembalse o alcorque situado en el área de recepción y que va a acoger a la planta. Para que este microembalse cumpla eficazmente su función, debe tener un tamaño tal que recoja toda la escorrentía generada en el área de impluvio, es decir, debe asegurarse el endorreísmo dentro de la unidad sistematizada. Sin embargo, no es éste el único criterio a tener en cuenta a la hora de diseñar el alcorque. Es necesario atender también a aspectos edáficos, mecánicos, fisiológicos, paisajísticos y económicos, entre otros, para que el microembalse resulte completamente útil para los brinzales.
Por otra parte, hay que fijar la relación entre el área de impluvio y el área de recepción, y por tanto el tamaño de la unidad sistematizada. El área productora de escorrentía debe tener un tamaño suficiente para aportar un volumen de agua que asegure la supervivencia de las plantas recién instaladas. Tamaños inferiores incrementan el riesgo de marras por estrés hídrico a unos niveles indeseados. Por el contrario, tamaños excesivos resultan innecesarios y generan una masa forestal muy rala.
El tercer elemento de diseño de una repoblación forestal en zona árida es la densidad de plantación. Esta variable cobra especial relevancia en zonas con escasez de precipitaciones, puesto que la densidad –en estas áreas- debe ser proporcional a la cantidad de agua disponible para cada árbol. Por lo tanto, el orden de cálculo es el inverso al de las repoblaciones tradicionales: no es una densidad prefijada la que condiciona el espacio que corresponde a cada planta, sino que son las disponibilidades hídricas las que determinan la densidad.
A través del estudio de un caso práctico localizado en el norte de la provincia, concretamente en el municipio de Blascosancho, se aclara la manera de aplicar la metodología expuesta, y se valida su utilización en condiciones similares de clima y suelos. Así mismo, a lo largo de todo el estudio se esbozan algunas líneas de trabajo que quedan abiertas, que mejorarán en un futuro la metodología empleada.
Brinzal de Pinus pinaster en una repoblación en Ávila, después de un incendio
Referencias:
Aubreville, A.; 1949. Climats, forêts et désertification de l’Afrique tropicale. Ed. Soc. d’Editions Geographiques et Coloniales. París.
García Camarero, J.; 1989. Zonas y ecosistemas en degradación. Desertificación. Hojas Divulgadoras 10/89. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Madrid.
López Bermúdez, F.; 2001. El riesgo de desertificación. En: Martín de Santa Olalla, F. (Dir.); 2001. Agricultura y desertificación. Ed. Mundi-Prensa. Madrid.
MIMAM; 2008. Programa de Acción Nacional contra la Desertificación. Ministerio de Medio Ambiente. Madrid.
Puigdefábregas, J.; 1995. Erosión y desertificación en España. El Campo, 132: 63-83.
UNCCD; 1994. United Nations Convention to Combat Desertification. Ed. Secretariat of the CCD. Bonn.