miércoles, 31 de agosto de 2016

Sobre mapas de suelos

Los mapas de suelos que hay actualmente en España "sirven para colgar de la pared, pero no para planificar". Así de rotundo se muestra Jaume Porta, catedrático emérito de Edafología en la Universidad de Lérida y presidente de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo (SECS), entidad que reúne a más de 500 especialistas en la materia. Una situación que revela que el suelo es el gran olvidado en nuestro país, quizá porque el lapso de tiempo que transcurre desde que empieza su degradación hasta que el problema se percibe suele ser largo, explica Jorge Mataix, del Grupo de Edafología Ambiental de la Universidad Miguel Hernández. La única región que cuenta con un mapa de suelos a escala 1/25.000 es Navarra, mientras que Cataluña y Galicia trabajan en uno de 1/50.000. "A nivel estatal, el de escala 1/250.000 ni siquiera está actualizado", resume Porta. No ocurre lo mismo en Europa, donde el 50% de los países cuenta con mapas de suelo escala 1/50.000, aunque el más avanzado es Estados Unidos, con mapas de suelo escala 1/22.000 de todas las zonas privadas.

"Es importante saber qué tipos de suelos tenemos en cada lugar y en qué condiciones, y más en un país como el nuestro que tiene gran diversidad de suelos", explica Mataix. La razón por la que en España no se ha avanzado en la cartografía de suelos habría que buscarla básicamente en el dinero: "Obtener información de suelos es caro y lento".

Desde la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo reclaman que en los Presupuestos Generales del Estado haya una partida para el fomento de la información del suelo. Como estimación, un mapa edafológico para el conjunto de España podría estar en torno a los 90.000 millones de euros. Conscientes de las elevadas cifras, desde la SECS piden al menos que se empiece por crear una agencia especializada para poder ir recabando toda la información dispersa que existe, pero que no es oficial.

La falta de datos autorizados hace que esta entidad no se atreva a dar un dato para España de la afección de los suelos por la erosión o la desertización. "Sabemos que el problema está ahí porque en nuestros trabajos de campo lo vemos y lo medimos a una escala pequeña, pero no podemos aventurarnos a dar cifras", dice Mataix.

La predicción apunta a que Andalucía, Valencia y Murcia son las regiones con los suelos más degradados. Los datos a nivel mundial de la FAO hablan de que el 33% de los suelos del mundo están degradados y cada año se pierde una superficie de suelo equivalente a la extensión de Costa Rica. En Europa, se pierden 11 hectáreas de suelo cada hora en pro de la expansión urbanística. Hay que tener en cuenta que el suelo es la capa más superficial de la Tierra, aproximadamente los dos primeros metros bajo nuestros pies, aunque la capa oscura (con más materia orgánica), que es la que está en la parte superior del suelo y la más fértil, solo tiene unos 30 centímetros en los suelos españoles (en la Pampa argentina puede llegar a 60 cm). Pero de esta franja de dos metros procede el 95% de los alimentos que consumimos y alberga el 25% de la biodiversidad del planeta.

Como destacaba estos días un estudio en la revista Science, el principal agente para la degradación de los suelos es la agricultura. En el caso de España, explica Porta, "no conozco un solo regadío que tenga un sistema de monitorización para saber qué está pasando". Conocer el tipo de suelo es importante porque, un suelo con sales, por ejemplo, impide que las plantas absorban agua y produzcan; de la misma forma un suelo degradado va perdiendo partículas.

Revertir la degradación a veces es tan sencillo como hacer bancales, en lugar de quitarlos, para mecanizar el campo con el consiguiente aumento del agua de escorrentía, o recubrir el suelo de hierba para mejorar su textura y que el árbol tenga mayor suministro de agua. "Medidas de corrección de suelos hay, pero hay que implementarlas y tener en cuenta que cada pequeña acción individual nos lleva a la sostenibilidad o a la degradación progresiva", dice Porta.

Según apuntan desde la SECS, es necesario para el futuro apostar por la regeneración de suelos antes de buscar nuevos terrenos que poner en cultivo o, como alternativa, urbanizar solo en suelos ya degradados, puesto que la superficie agrícola de calidad es escasa. En este sentido recuerdan el caso de Inglaterra, donde en los años 90 el Gobierno se marcó como objetivo para el año 2008 que un 60% de las nuevas construcciones se llevase a cabo sobre suelo ya desarrollado, evitando con ello el sellado permanente de nuevos suelos de buena calidad. En 2001 lo habían conseguido.

El profesor Porta cree que hay que acabar con lo que él llama "la permisividad silenciosa frente a la degradación de los suelos". Y por eso en este 2015, declarado por Naciones Unidas como Año Internacional de los Suelos, desde la SECS trabajarán para poner a los suelos en el lugar que merecen. De la misma forma que tenemos mapas geológicos y de recursos minerales, es importante contar con buena cartografía de suelos, argumentan.

La degradación de los suelos afecta a la seguridad alimentaria y por ende a la paz mundial. En este sentido, Porta recuerda que la crisis del Sahel se desencadenó por la llegada de un periodo seco tras uno húmedo, en el que se había desarrollado de un modo no sostenible la agricultura y se habían puesto más hectáreas en producción. Cuando llegó el periodo seco se dejó de producir. Rememora también que una de las causas de la decadencia de la próspera civilización de la antigua Mesopotamia fue la salinización de los regadíos.

Fuente: ABC, Araceli Acosta

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