viernes, 20 de septiembre de 2019

Cuatro comentarios sobre los incendios

Este verano está siendo complicado. Estamos observando meteorologías atípicas en nuestras latitudes. Nos está tocando aprender a marchas forzadas el nombre y funcionamiento de estos fenómenos y su relación con la detección y extinción de incendios.

No hay hashtags, no hay fotos, no hay noticias, ni apenas reconocimiento alguno para ellos, son invisibles, pero en cada provincia de España cada día los compañeros se están enfrentando a la dirección de estas situaciones de manera anónima, salvando vidas, bienes, y nuestros montes. Todo ello sabiendo que el trabajo de decenas de años está en riesgo y en ocasiones se va al garete.

Y cuando estas en un lío de estos y ves la desgracia que es, dedicas unos segundos y recuerdas en silencio la labor de los compañeros y de toda la profesión, muchos de ellos criando malvas, y de los que no sabes ni su nombre, aquellos que trabajaron en la gestión forestal sostenible del monte, cuando estas palabras no existían aún, haciendo deslindes, restauraciones, ordenaciones y tratamientos selvícolas y les das las gracias. También recuerdas con gratitud el trabajo que hicieron con nosotros en la universidad y sólo puedes dar en silencio las gracias a tus profesores. Por último, te giras alrededor buscando un ambientalista defensor de la no intervención para que vea lo mismo que tú, pero esos nunca están. Después rompes esos segundos de silencio, tu mirada ha cambiado, y continuas con el incendio trabajando para que nadie muera, pierda su casa y que todo el mundo vuelva sano y salvo a su casa. Cuando llegue el invierno nadie recordará salvo nosotros y aquellos que sufrieron la desgracia….

Incendio de mina Ponderosa, un año después

Ganará el discurso populista sobre el técnico y el científico (teniendo en cuenta el científico como aquel que no se vende a las modas imperantes y busca la verdad). No interesa la verdad, porque normalmente exige sacrificios y gastos que no se quieren asumir.

Los ingenieros de montes seguimos, desgraciadamente, como a mediados del siglo XIX. Seguimos intentando mostrar a la sociedad la importancia y necesidad de los bosques. Pero en las ciudades no hacen falta en el día a día. Tampoco hacen falta en el medio rural, porque en 10 años no habrá nadie viviendo en los pueblos de montaña. Para la sociedad española el bosque es un decorado donde ir a pasear el fin de semana y/o coger unas setas. Para el naturalista, ecologista un montón de pinos alóctonos y eucaliptos con los que acabar.

Si los políticos no entienden de su papel necesidad, a una escala que multiplica por 20 veces su periodo de mandato, es muy difícil mantener una estrategia y política forestal. Como siempre, a excepción del régimen franquista (y no es porque defienda este régimen), estamos solos. Somos pocos porque pocas personas eligen trabajar por una causa malentendida, mal pagada y que no ofrece ningún prestigio social. Somos pocos porque quien ama los bosques, es filántropo, solidario, humanista, naturalista, generoso, filósofo, ambientalista, trascendente, ecológico, moral, comprometido, humilde, previsor, austero, ... Cualidades que no abundan en muchos otros gremios en los que solo se busca multiplicar el pecunio, la fama o la gloria. La historia forestal es desconocida para el público y repleta de héroes anónimos que trabajaron con fe, tesón y enormes dificultades para dejar de lado el desierto, proteger los pueblos de torrentes, dunas volantes y avalanchas de nieve o lodo y tierra, y que entregaron su salud y su vida al noble ideal de recuperar para la sociedad el bosque perdido.

Pero no tenemos que ser derrotistas, sino hinchar el pecho, coger aire, estar orgullosos de lo que somos, de nuestros antecesores, de nuestros compañeros y de nuestra misión. Tenemos una hermosa y admirable profesión. Y hay que seguir luchando, cada uno en su puesto, para continuar está labor que, como el desarrollo de un bosque, exige décadas, incluso siglos. No hay más necio que el inculto y el que no quiere saber. Nosotros sabemos, sabemos hacer, y seguiremos haciendo y trabajando. Ánimo, ánimo y ánimo. Que el fuego y la incompetencia política y ecopelmaza (como suele decir Juan Andrés) no causen desilusión y desfallecimiento.
Un abrazo a tod@s porque yo estoy orgulloso de tod@s vosotr@s y de nuestr@s compañer@s. Es un honor pertenecer a este colectivo donde no puede estar cualquiera.

Joaquín Navarro Hevia

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