Frente a aquellos que en verano se convierten en expertos en incendios forestales, como se convirtieron en especialistas en Covid en plena pandemia o en seleccionadores nacionales de fútbol cuando toca mundial, escuchar a los verdaderamente expertos en este complejísimo asunto me devuelve la esperanza. La última semana de junio se celebró en Lérida el 8º Congreso Forestal Español donde, lógicamente, entre otros muchos temas, se habló de los incendios forestales. Y en España tenemos la suerte de contar con grandes profesionales que abordan los incendios desde diferentes ámbitos: académico, administrativo, empresarial, de extinción, etc.
Uno de estos sabios de los incendios es, sin duda, Marc Castellnou Ribau, ingeniero de montes e inspector del Cuerpo de Bomberos de la Generalitat de Cataluña. Marc pronunció una conferencia invitada en el mencionado congreso, titulada “El contexto actual de los incendios forestales y los retos de futuro en el marco del cambio global”, que posteriormente ha tenido bastante resonancia en los medios de comunicación y en redes sociales. ¿Por qué tanta repercusión? Entre otras razones, porque este bombero forestal dijo que la única solución posible frente al incendio forestal actual no es tener más medios de extinción, sino que es la gestión forestal. Dejemos a un lado, por favor, los tópicos de barra de bar que aparecen recurrentemente todos los veranos. Aquí la clave es la gestión forestal, y a estas alturas de la historia ya nadie puede dejar de darse por enterado. Los montes tienen más estrés, más carga de combustible y condiciones más propicias para el fuego si no están gestionados. Y, además, el dinero que va a extinción no se dedica a gestión.
Hablar de gestión forestal es hablar de selvicultura, es decir, la aplicación de los conocimientos que tenemos sobre las masas forestales, de modo que se obtenga una producción continuada de bienes y servicios para la sociedad. Y esta aplicación se hace mediante tratamientos selvícolas de mejora (para mejorar la masa: desbroces, clareos, claras, podas…) y de regeneración (para regenerar la masa, sustituir la masa vieja por una nueva: cortas a hecho -con sus variantes-, aclareo sucesivo, entresaca, etc.). Los tratamientos selvícolas producen unas estructuras de masa con menor continuidad horizontal y vertical de combustible, por lo que se convierten en medidas preventivas fundamentales frente a los incendios. Si a esto le unimos otras actuaciones más específicas como el establecimiento de un mosaico de diferentes estructuras de masa, tendremos montes más resistentes, donde los incendios -de producirse- serán más sencillos de extinguir debido a su menor intensidad, y cuya recuperación después del incendio será también más sencilla.
En definitiva, tenemos conocimientos técnicos suficientes para prevenir y hacer frente a los incendios forestales, y tenemos profesionales muy preparados. La gestión forestal es la clave, lo que implica que, a nivel político, se deba decidir adecuadamente dónde va el dinero de los presupuestos públicos. No se requieren medios de extinción ilimitados, sino territorios en los que, gracias a la gestión, la carga de combustible sea menor, lo que implicará mejores condiciones para la extinción si, por desgracia, se produce el incendio.
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