Según datos oficiales, en Castilla y León se repoblaron 72.492 ha en el periodo 2003-2006 (cuatro años). Esto hace una media de 18.123 ha anuales. De la superficie total, 2.945 ha corresponden a montes en régimen privado, 42.080 ha a forestación de tierras agrícolas y 27.467 ha a repoblaciones de la Junta en montes de U.P., consorcios y convenios.
Por provincias, la que ocupa el primer puesto en hectáreas repobladas es León (27.897 ha), seguida por Burgos (11.233 ha). En el otro extremo se sitúa Salamanca con sólo 2.783 ha.
Estas cifras están extraídas del informe de medio ambiente 2005-2006 de la Junta de Castilla y León, del que se pueden extraer también las labores desarrolladas en cuanto a investigación sobre restauración forestal:
- Desarrollo de nuevas técnicas de cultivo para semillas con carácter recalcitrante.
- Desarrollo del sistema de cultivo in vitro para material cualificado de especies de madera de calidad.
- Desarrollo de la línea de conservación de recursos genéticos forestales para especies y poblaciones singulares, amenazadas o en peligro de extinción.
- Seguimiento en campo de cepas madre de clones autorizados de chopo en cada una de las provincias.
- Mantenimiento y nuevos establecimientos de parcelas de ensayo de procedencias para las especies principales utilizadas en repoblaciones en Castilla y León.
- Mantenimiento del banco clonal.
- Desarrollo de métodos de conservación de recursos foresytales ex situ.
No es por arrimar el ascua a mi sardina, pero echo de menos una línea de investigación sobre nuevas técnicas de restauración forestal en zonas secas, degradadas, desertificadas y erosionadas, de las que en Castilla y León no estamos faltos.
viernes, 18 de abril de 2008
jueves, 17 de abril de 2008
Los ríos son los ecosistemas más vulnerables a las especies invasoras
Según aparece en el periódico Tribuna de la Ciencia, en Castilla y León los ríos son los ecosistemas más vulnerables a las especies invasoras (especies exóticas que se establecen en un ecosistema natural o seminatural y amenaza su diversidad biológica). Esto lo dice el Grupo Especialista en Invasiones Biológicas (GEIB) que, por cierto, tienen un libro magnífico sobre las 20 especies invasoras más peligrosas de nuestro país. Las especies invasoras más frecuentes en nuestros ríos son -de momento- la trucha arcoiris, el cangrejo rojo y el cangrejo señal. Su introducción y expansión se debe principalmente a la introducción por los pescadores y por la administración, amen de otros errores de gestión. Seguro que este tema aflora en el Curso sobre Restauración de Ríos y Riberas de Palencia que ya se está preparando, un año más, para el mes de julio.
www.laguarderia.net
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Los efectos del cambio climático
Hace un par de días asistí a una charla sobre el cambio climático que una alumna mía, que asistió al encuentro con Al Gore en Sevilla, ofreció en nuestra Universidad, dentro del marco de las V Jornadas Forestales. El debate posterior a la charla dejó claro que no hay unanimidad en la opinión pública, y me temo que tampoco entre los investigadores hay "pensamiento único". Dejando a un lado esta controversia tan interesante, para mi lo más importante es qué efectos puede tener un posible calentamiento global y qué podemos hacer para mitigarlos. En las XIII Jornadas Ambientales de Salamanca, el profesor Pedro Ramos ha expresado que la falta de agua y la disminución de las tierras fértiles serán los efectos más graves. En su opinión, la amenaza más grave es el agravamiento de la ya irregular distribución del agua en el planeta, de forma que se multiplicarán los conflictos sobre este recurso escaso. Por otra parte, el aumento de las temperaturas acarreará el problema de la disminución de la tierra útil para el hombre, por la reducción del suelo fértil y por el aumento del nivel de las aguas marinas.
ww.andaluciaimagen.com
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domingo, 13 de abril de 2008
El antialcorque
En un jardín de Valladolid, podemos observar una muestra de nuestra cultura actual, consistente en dar la espalda a los conocimientos tradicionales, por muy útiles que sigan siendo. En vez de recoger agua para ofrecérsela al árbol mediante la construcción de un sencillo alcorque de tierra, le dotamos de un "antialcorque", para intentar que el agua no se infiltre en sus cercanías.
Foto: J.Mongil
Foto: J.Mongil
Un escarabajo que ayuda a la regeneración de los Quercus
Según cuenta el gabinete de prensa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), un equipo de este organismo en colaboración con la Universidad de Alicante, ha descubierto que Thorectes lusitanicus es la primera especie de escarabajo conocida capaz de arrastrar, consumir y enterrar las bellotas de diferentes especies de Quercus, como alcornoques, encinas y robles. Una vez enterradas, los coleópteros comienzan a comerse las bellotas y, a veces, se refugian dentro durante todo el invierno. Este comportamiento inédito en una especie de hábitos coprófagos facilita la supervivencia y germinación de las semillas, así como su protección frente a predadores, como aves y roedores. Dado que los coleópteros inician el consumo por la parte más alejada del embrión y las bellotas no son consumidas del todo, muchas semillas pueden generar nuevas plántulas.
Todavía falta por conocer qué porcentaje de las bellotas enterradas por los escarabajos son capaces de generar nuevas plántulas, y saber si la variación en la tasa de enterramiento y germinación depende de la composición vegetal y de la presencia de vertebrados herbívoros.
Fuente: www.csic.es/prensa
Todavía falta por conocer qué porcentaje de las bellotas enterradas por los escarabajos son capaces de generar nuevas plántulas, y saber si la variación en la tasa de enterramiento y germinación depende de la composición vegetal y de la presencia de vertebrados herbívoros.
Fuente: www.csic.es/prensa
jueves, 10 de abril de 2008
La densidad en la restauración forestal de zonas secas (II). Ventaja de las densidades bajas
En la bibliografía puede encontrarse, como defensor firme y clásico de las densidades bajas en zonas áridas y semiáridas, a Messines, que cree que, considerando los datos de evapotranspiración de estas zonas, sería absurdo intentar crear un dosel forestal completo. Por ejemplo, para la región norteafricana de Tripolitania, este autor recomienda plantar los árboles muy espaciados, como se hizo en la Reserva Forestal de Gasr-el-Hag con Acacia tortilis. En las plantaciones de Acacia cyanophylla la densidad empleada fue como máximo 800-900 plantas/ha en esta región árida, mientras que en Túnez, que es una zona algo más húmeda, se empleó el doble o triple número de plantas (2.000 a 2.500 pies/ha). Otro ejemplo es el de las repoblaciones con eucaliptos en suelos arenosos estables, donde se plantaron solamente unos 150 pies/ha, con espaciamiento de 8 x 8 m.
Una crítica frecuente a altas densidades se centra en que con un elevado número de plantas por hectárea se crean bosques monótonos y, en muchas ocasiones, monoespecíficos, con una escasa biodiversidad. Quienes así argumentan contemplan a los oquedales o dehesas como las formaciones óptimas a imitar en una restauración bajo clima mediterráneo.
Ruiz de la Torre destaca el papel de las cubiertas claras en la regulación de las aguas. En primer lugar, los denominados “parques”, estructuras con árboles o arbustos espaciados sobre fondo de matorral, pastizal o mezcla de ambos, están representados en España principalmente por los montes adehesados, los sabinares y los enebrales. A efectos de regulación hidrológica, su influencia es baja y la cuantía de la erosión depende de la tasa de cubierta del estrato bajo, mientras que el gasto consuntivo de agua es, en general, reducido, mayor en dehesas con pastizal denso.
Por otro lado se encuentran los matorrales, que suponen la formación infraarbórea más extendida en España. Entre ellos, la mancha cerrada es un matorral arbustivo muy denso, con erosión despreciable, elevada regulación de agua y escaso consumo. La garriga, matorral alto, generalmente de espesura incompleta, da erosión muy reducida, regulación importante y bajo gasto de agua. Los restantes tipos de matorrales son mayoritariamente de cubierta media a baja (entre el 35 % y el 65 %), con erosión apreciable que varía según el tipo de aprovechamiento (muy elevada en el caso de sobrepastoreo de caprino), regulación muy baja y escaso consumo de agua, siendo éste mayor en brezales, escobonales y agrupaciones afines.
Por su parte, los herbazales densos, como los prados de diente y siega y otros pastizales higrófilos, protegen de la erosión pero no producen regulación apreciable y tienen elevado gasto consuntivo de agua. Los pastizales xerófilos y estacionales, de cubierta incompleta y de duración parcial en el tiempo, proporcionan limitada protección frente a la erosión y la regulación es baja, igual que el gasto consuntivo de agua por evapotranspiración.
Finalmente, las cubiertas rastreras y claras de zonas semiáridas, como tomillares y jaguarcillares (con Helianthemum, Fumana, etc.) degradados no producen defensa apreciable frente a la erosión, la regulación es baja y muy reducido el gasto de agua.
Con esta breve descripción de las formaciones vegetales no arbóreas más frecuentes en España se pretende resaltar que no sólo mediante el establecimiento de un bosque denso se consigue la restauración de una ladera degradada y erosionada en una zona árida o semiárida, sino que en algunas ocasiones puede ser muy efectiva la combinación de varios tipos de formaciones, en especial si se desea favorecer el paisaje y la caza.
Es muy interesante también conocer que, con frecuencia, las repoblaciones forestales en zonas áridas, planteadas según esquemas tradicionales, no han demostrado ser eficaces en cuanto a la recuperación del ecosistema original. Algunos investigadores, en base a experiencias recientes, aseguran que formaciones vegetales de la sucesión vegetal (pastizal seco o matorral) pueden reducir la escorrentía superficial y la erosión al igual que las formaciones resultantes de repoblaciones con pino carrasco (pino con matorral o pino con pastizal seco). Otros proponen la plantación dispersa de árboles o la repoblación en rodales para ampliar el efecto borde (por lo tanto se crean ecotonos, es decir, zonas de transición entre bosques y otro tipo de formaciones) y, en consecuencia, se aumenta la biodiversidad y la generación de suelo. Según estos autores, atendiendo al punto de vista ecológico, interesan densidades de repoblación bajas (no crear bosques sino dehesas o montes huecos). De hecho, en muchos lugares del sureste español, la aridez y la litología impiden una espesura arbórea completa.
En un estudio llevado a cabo en Las Bardenas Reales (Navarra), se ha comprobado que las repoblaciones tradicionales con pino carrasco no contribuyen a la formación de suelo y han supuesto una disminución de la biodiversidad. Sin embargo, en la misma área, en bosquetes adehesados de pino carrasco situados en los límites de las repoblaciones, así como en las áreas naturales degradadas de matorral mediterráneo con vegetación arbórea dispersa, se producen las siguientes circunstancias:
- Un aumento de la humedad relativa debido al efecto de sombra de la vegetación arbórea, con disminución de la insolación y de la evaporación respecto al biotopo abierto.
- Un depósito de materiales minerales transportados por el viento y, aunque los autores citados no lo mencionan, también por el agua.
- Una disminución relativa del aporte de materia orgánica en forma de acículas y un aumento de su heterogeneidad (al incrementarse la diversidad de especies vegetales) en comparación con las áreas repobladas.
En opinión de González Alonso y sus colaboradores, si se llegase a demostrar que en las transiciones entre las repoblaciones de pino y el matorral mediterráneo se produce un incremento de la biodiversidad, podrían plantearse las repoblaciones en zonas áridas mediterráneas, sobre todo para aquéllas en las que se ha abandonado el uso agrícola, con unos criterios más ecológicos. De esta manera, mediante la repoblación no necesariamente arbórea, se constituiría una base para el estudio de un sistema de recuperación de las zonas áridas basado en una plantación dispersa de árboles o rodales, que amplíe el efecto ecotonal y, en consecuencia, aumente la biodiversidad y la generación de suelo.
Froilán Sevilla opina que las densidades muy bajas también tienen algunos inconvenientes, por ejemplo que el efecto visual de artificialidad de las plantaciones alineadas es muy duradero. Por eso recomienda, en el caso de que la densidad sea menor de 250 pies/ha, distribuir las plantas de forma más o menos homogénea en toda la superficie, o bien concentrarlas en determinadas zonas como, por ejemplo, en las vaguadas.
Como principal conclusión de lo expuesto hasta ahora, puede decirse que la cantidad de agua disponible para cada árbol en una repoblación es inversamente proporcional a la densidad de plantación. Por lo tanto, para que los brinzales no entren en competencia por el agua edáfica, deben diseñarse las plantaciones con amplios espaciamientos.
Repoblación mediante ahoyado mecanizado en Cabezón de Pisuerga (Valladolid) (Foto: J. Mongil)
Una crítica frecuente a altas densidades se centra en que con un elevado número de plantas por hectárea se crean bosques monótonos y, en muchas ocasiones, monoespecíficos, con una escasa biodiversidad. Quienes así argumentan contemplan a los oquedales o dehesas como las formaciones óptimas a imitar en una restauración bajo clima mediterráneo.
Ruiz de la Torre destaca el papel de las cubiertas claras en la regulación de las aguas. En primer lugar, los denominados “parques”, estructuras con árboles o arbustos espaciados sobre fondo de matorral, pastizal o mezcla de ambos, están representados en España principalmente por los montes adehesados, los sabinares y los enebrales. A efectos de regulación hidrológica, su influencia es baja y la cuantía de la erosión depende de la tasa de cubierta del estrato bajo, mientras que el gasto consuntivo de agua es, en general, reducido, mayor en dehesas con pastizal denso.
Por otro lado se encuentran los matorrales, que suponen la formación infraarbórea más extendida en España. Entre ellos, la mancha cerrada es un matorral arbustivo muy denso, con erosión despreciable, elevada regulación de agua y escaso consumo. La garriga, matorral alto, generalmente de espesura incompleta, da erosión muy reducida, regulación importante y bajo gasto de agua. Los restantes tipos de matorrales son mayoritariamente de cubierta media a baja (entre el 35 % y el 65 %), con erosión apreciable que varía según el tipo de aprovechamiento (muy elevada en el caso de sobrepastoreo de caprino), regulación muy baja y escaso consumo de agua, siendo éste mayor en brezales, escobonales y agrupaciones afines.
Por su parte, los herbazales densos, como los prados de diente y siega y otros pastizales higrófilos, protegen de la erosión pero no producen regulación apreciable y tienen elevado gasto consuntivo de agua. Los pastizales xerófilos y estacionales, de cubierta incompleta y de duración parcial en el tiempo, proporcionan limitada protección frente a la erosión y la regulación es baja, igual que el gasto consuntivo de agua por evapotranspiración.
Finalmente, las cubiertas rastreras y claras de zonas semiáridas, como tomillares y jaguarcillares (con Helianthemum, Fumana, etc.) degradados no producen defensa apreciable frente a la erosión, la regulación es baja y muy reducido el gasto de agua.
Con esta breve descripción de las formaciones vegetales no arbóreas más frecuentes en España se pretende resaltar que no sólo mediante el establecimiento de un bosque denso se consigue la restauración de una ladera degradada y erosionada en una zona árida o semiárida, sino que en algunas ocasiones puede ser muy efectiva la combinación de varios tipos de formaciones, en especial si se desea favorecer el paisaje y la caza.
Es muy interesante también conocer que, con frecuencia, las repoblaciones forestales en zonas áridas, planteadas según esquemas tradicionales, no han demostrado ser eficaces en cuanto a la recuperación del ecosistema original. Algunos investigadores, en base a experiencias recientes, aseguran que formaciones vegetales de la sucesión vegetal (pastizal seco o matorral) pueden reducir la escorrentía superficial y la erosión al igual que las formaciones resultantes de repoblaciones con pino carrasco (pino con matorral o pino con pastizal seco). Otros proponen la plantación dispersa de árboles o la repoblación en rodales para ampliar el efecto borde (por lo tanto se crean ecotonos, es decir, zonas de transición entre bosques y otro tipo de formaciones) y, en consecuencia, se aumenta la biodiversidad y la generación de suelo. Según estos autores, atendiendo al punto de vista ecológico, interesan densidades de repoblación bajas (no crear bosques sino dehesas o montes huecos). De hecho, en muchos lugares del sureste español, la aridez y la litología impiden una espesura arbórea completa.
En un estudio llevado a cabo en Las Bardenas Reales (Navarra), se ha comprobado que las repoblaciones tradicionales con pino carrasco no contribuyen a la formación de suelo y han supuesto una disminución de la biodiversidad. Sin embargo, en la misma área, en bosquetes adehesados de pino carrasco situados en los límites de las repoblaciones, así como en las áreas naturales degradadas de matorral mediterráneo con vegetación arbórea dispersa, se producen las siguientes circunstancias:
- Un aumento de la humedad relativa debido al efecto de sombra de la vegetación arbórea, con disminución de la insolación y de la evaporación respecto al biotopo abierto.
- Un depósito de materiales minerales transportados por el viento y, aunque los autores citados no lo mencionan, también por el agua.
- Una disminución relativa del aporte de materia orgánica en forma de acículas y un aumento de su heterogeneidad (al incrementarse la diversidad de especies vegetales) en comparación con las áreas repobladas.
En opinión de González Alonso y sus colaboradores, si se llegase a demostrar que en las transiciones entre las repoblaciones de pino y el matorral mediterráneo se produce un incremento de la biodiversidad, podrían plantearse las repoblaciones en zonas áridas mediterráneas, sobre todo para aquéllas en las que se ha abandonado el uso agrícola, con unos criterios más ecológicos. De esta manera, mediante la repoblación no necesariamente arbórea, se constituiría una base para el estudio de un sistema de recuperación de las zonas áridas basado en una plantación dispersa de árboles o rodales, que amplíe el efecto ecotonal y, en consecuencia, aumente la biodiversidad y la generación de suelo.
Froilán Sevilla opina que las densidades muy bajas también tienen algunos inconvenientes, por ejemplo que el efecto visual de artificialidad de las plantaciones alineadas es muy duradero. Por eso recomienda, en el caso de que la densidad sea menor de 250 pies/ha, distribuir las plantas de forma más o menos homogénea en toda la superficie, o bien concentrarlas en determinadas zonas como, por ejemplo, en las vaguadas.
Como principal conclusión de lo expuesto hasta ahora, puede decirse que la cantidad de agua disponible para cada árbol en una repoblación es inversamente proporcional a la densidad de plantación. Por lo tanto, para que los brinzales no entren en competencia por el agua edáfica, deben diseñarse las plantaciones con amplios espaciamientos.
Repoblación mediante ahoyado mecanizado en Cabezón de Pisuerga (Valladolid) (Foto: J. Mongil)
La densidad en la restauración forestal de zonas secas (I). La experiencia en repoblaciones
La elección de la densidad, es decir, del número de pies por unidad de superficie, es una de las primeras decisiones que el técnico debe adoptar a la hora de proyectar una repoblación forestal protectora, junto con el marco de plantación. Éste es uno de los principales temas de debate en la actualidad, debido a que no existe un criterio técnico operativo para fijar este dato fundamental en toda repoblación. Por esta razón, normalmente se acude a la experiencia (repoblaciones pretéritas realizadas por otros técnicos) o a cifras de referencia que pueden encontrarse en la bibliografía.
En las repoblaciones forestales de zonas áridas y semiáridas, la densidad de plantación toma mayor importancia, si cabe, puesto que hay un factor limitante que es el agua, recurso fundamental y escaso de las masas forestales, por el que deben competir las plantas introducidas en la repoblación. De ahí la trascendencia de encontrar un método sencillo, que dé soluciones justificadas y que sirva de guía al técnico en el momento de tomar sus decisiones.
El criterio general básico empleado hasta la fecha consiste en elegir una densidad tal que en un plazo breve de 5, 10 ó 15 años, la vegetación introducida junto con la inducida proteja al suelo suficientemente frente a la erosión. Sin embargo, cuando la plantación es densa se disminuye considerablemente el espacio edáfico y aéreo disponible para cada planta, por lo que se frena su desarrollo más rápidamente. Por eso deben armonizarse dos aspectos: la formación de una cubierta completa de copas y el espacio necesario para el crecimiento.
El criterio selvícola clásico para fijar la densidad mínima consiste en elegir aquella densidad de plantación que permita, sin marras, llegar a un fustal maduro en espesura normal. Se trata entonces de fijar el número de árboles que son necesarios para ocupar de manera rápida el espacio destinado a su desarrollo. Desde este punto de vista meramente selvícola, lo ideal es una repoblación densa en la que se vayan haciendo sucesivos clareos para que siempre queden satisfechos los requerimientos de espacio, agua y nutrientes, según éstos aumentan al hacerlo el tamaño de la población de árboles. Siguiendo a García Salmerón (1991), otras dos ideas a tener en cuenta al respecto son:
- Las repoblaciones protectoras deben ser más densas que las productoras, ya que deben proteger el suelo frente a la erosión.
- Las especies de temperamento de sombra necesitan una mayor densidad que las especies de luz.
Otros autores recomiendan que la densidad se elija en función de una serie de factores selvícolas y económicos:
a) Selvícolas
- Temperamento de la especie
- Posibilidad de la especie de brotar de cepa o de raíz
- Porte de la especie
b) Económicos
- Objetivo de la repoblación
- Existencia de mercado de maderas finas
- Coste de las operaciones de repoblación
- Previsión de que se efectuarán claras o clareos. La cuestión de si se aclarará la masa es crucial a la hora de elegir la densidad inicial.
Sin embargo, en repoblaciones en las que la función protectora sea la fundamental, deberán considerarse exclusivamente los factores ecológicos, dejando a un lado los aspectos económicos. Por este motivo, la selvicultura clásica afirma que la densidad en repoblaciones protectoras debe ser más alta, debido a que se debe conseguir la protección del suelo en el menor tiempo posible, aunque hace la salvedad de repoblaciones en las que se pretenda avanzar en la sucesión vegetal e incrementar la biodiversidad, en las que la densidad suele ser baja para favorecer la colonización espontánea de otras especies.
Froilán Sevilla da una relación de posibles razones para elegir entre una densidad elevada o baja. Por ejemplo, en estaciones secas –lógicamente por la falta de agua- se aconsejan densidades bajas; si se desea un rápido establecimiento de los sistemas radicales para el control de la erosión, la densidad debe ser alta; y la densidad también tendrá que ser baja si se realizan preparaciones puntuales en vez de areales.
Desde un punto de vista diferente al meramente ecológico, existe en la actualidad una tendencia a reducir la densidad de plantación, por varios motivos:
- La planta producida actualmente en viveros es de mejor calidad, y por lo tanto con mayor garantía de supervivencia (planta más cuidada, endurecida, con cepellón, micorrizada).
- Las preparaciones del terreno son ahora también de mayor calidad, debido a la potencia de la maquinaria utilizada.
- Los clareos no son económicamente rentables.
- Las altas densidades inducen un mayor peligro de incendios, debido a que las masas densas sin aclarar se convierten en grandes acumulaciones de combustible con continuidad horizontal y vertical.
- La consecución de espesura completa es imposible en climas áridos y semiáridos, por razón de la escasez de agua. En general, a mayor calidad de estación mayor cantidad de recursos y, por lo tanto, mayor número de árboles por unidad de superficie pueden establecerse. Si se concreta esta idea para el recurso agua, en un lugar seco el espaciamiento debe ser mayor para lograr un reparto satisfactorio de este recurso escaso.
Deteniéndose en cifras concretas, y haciendo un repaso histórico y geográfico de las mismas, García Salmerón (1991) explica que en Centroeuropa ha existido una clara preferencia por las altas densidades (superiores a 6.000 pies/ha), con una tendencia actual a reducirlas hasta los 2.500 ó 3.000 pies/ha. Algo diferente era la situación en Estados Unidos, donde se postulaban inicialmente espesuras ligeramente superiores a las europeas (del orden de 7.000 pies/ha), llegando en la actualidad a unos 1.800 pies/ha en zonas secas y unos 2.900 pies/ha en las zonas más húmedas.
Frente a estos criterios tradicionales aparece el criterio mediterráneo, que se debate entre la pequeña densidad que recomienda la escasez de humedad y la solución contraria, aconsejada por la tendencia a la ramificación y tortuosidad de fustes de la vegetación xerófila como respuesta a la sequedad. La tendencia actual, considerando la degradación de los suelos forestales, pobres en nutrientes, y sobre todo apoyándose en la escasez de precipitaciones, es pensar que nuestros montes no pueden soportar espaciamientos pequeños.
El Patrimonio Forestal del Estado, antiguo órgano encargado de las repoblaciones forestales en España, proyectaba 3.000 hoyos/ha en terrenos húmedos y 2.500 hoyos/ha en zonas secas. Posteriormente, el ICONA redujo esas densidades a 1.500 y 1.100 pies/ha, respectivamente, para ambientes húmedos y secos. Una buena referencia a los espaciamientos utilizados en la actualidad en nuestro país puede encontrarse en el programa de forestación de Castilla y León.
En las repoblaciones forestales de zonas áridas y semiáridas, la densidad de plantación toma mayor importancia, si cabe, puesto que hay un factor limitante que es el agua, recurso fundamental y escaso de las masas forestales, por el que deben competir las plantas introducidas en la repoblación. De ahí la trascendencia de encontrar un método sencillo, que dé soluciones justificadas y que sirva de guía al técnico en el momento de tomar sus decisiones.
El criterio general básico empleado hasta la fecha consiste en elegir una densidad tal que en un plazo breve de 5, 10 ó 15 años, la vegetación introducida junto con la inducida proteja al suelo suficientemente frente a la erosión. Sin embargo, cuando la plantación es densa se disminuye considerablemente el espacio edáfico y aéreo disponible para cada planta, por lo que se frena su desarrollo más rápidamente. Por eso deben armonizarse dos aspectos: la formación de una cubierta completa de copas y el espacio necesario para el crecimiento.
El criterio selvícola clásico para fijar la densidad mínima consiste en elegir aquella densidad de plantación que permita, sin marras, llegar a un fustal maduro en espesura normal. Se trata entonces de fijar el número de árboles que son necesarios para ocupar de manera rápida el espacio destinado a su desarrollo. Desde este punto de vista meramente selvícola, lo ideal es una repoblación densa en la que se vayan haciendo sucesivos clareos para que siempre queden satisfechos los requerimientos de espacio, agua y nutrientes, según éstos aumentan al hacerlo el tamaño de la población de árboles. Siguiendo a García Salmerón (1991), otras dos ideas a tener en cuenta al respecto son:
- Las repoblaciones protectoras deben ser más densas que las productoras, ya que deben proteger el suelo frente a la erosión.
- Las especies de temperamento de sombra necesitan una mayor densidad que las especies de luz.
Otros autores recomiendan que la densidad se elija en función de una serie de factores selvícolas y económicos:
a) Selvícolas
- Temperamento de la especie
- Posibilidad de la especie de brotar de cepa o de raíz
- Porte de la especie
b) Económicos
- Objetivo de la repoblación
- Existencia de mercado de maderas finas
- Coste de las operaciones de repoblación
- Previsión de que se efectuarán claras o clareos. La cuestión de si se aclarará la masa es crucial a la hora de elegir la densidad inicial.
Sin embargo, en repoblaciones en las que la función protectora sea la fundamental, deberán considerarse exclusivamente los factores ecológicos, dejando a un lado los aspectos económicos. Por este motivo, la selvicultura clásica afirma que la densidad en repoblaciones protectoras debe ser más alta, debido a que se debe conseguir la protección del suelo en el menor tiempo posible, aunque hace la salvedad de repoblaciones en las que se pretenda avanzar en la sucesión vegetal e incrementar la biodiversidad, en las que la densidad suele ser baja para favorecer la colonización espontánea de otras especies.
Froilán Sevilla da una relación de posibles razones para elegir entre una densidad elevada o baja. Por ejemplo, en estaciones secas –lógicamente por la falta de agua- se aconsejan densidades bajas; si se desea un rápido establecimiento de los sistemas radicales para el control de la erosión, la densidad debe ser alta; y la densidad también tendrá que ser baja si se realizan preparaciones puntuales en vez de areales.
Desde un punto de vista diferente al meramente ecológico, existe en la actualidad una tendencia a reducir la densidad de plantación, por varios motivos:
- La planta producida actualmente en viveros es de mejor calidad, y por lo tanto con mayor garantía de supervivencia (planta más cuidada, endurecida, con cepellón, micorrizada).
- Las preparaciones del terreno son ahora también de mayor calidad, debido a la potencia de la maquinaria utilizada.
- Los clareos no son económicamente rentables.
- Las altas densidades inducen un mayor peligro de incendios, debido a que las masas densas sin aclarar se convierten en grandes acumulaciones de combustible con continuidad horizontal y vertical.
- La consecución de espesura completa es imposible en climas áridos y semiáridos, por razón de la escasez de agua. En general, a mayor calidad de estación mayor cantidad de recursos y, por lo tanto, mayor número de árboles por unidad de superficie pueden establecerse. Si se concreta esta idea para el recurso agua, en un lugar seco el espaciamiento debe ser mayor para lograr un reparto satisfactorio de este recurso escaso.
Deteniéndose en cifras concretas, y haciendo un repaso histórico y geográfico de las mismas, García Salmerón (1991) explica que en Centroeuropa ha existido una clara preferencia por las altas densidades (superiores a 6.000 pies/ha), con una tendencia actual a reducirlas hasta los 2.500 ó 3.000 pies/ha. Algo diferente era la situación en Estados Unidos, donde se postulaban inicialmente espesuras ligeramente superiores a las europeas (del orden de 7.000 pies/ha), llegando en la actualidad a unos 1.800 pies/ha en zonas secas y unos 2.900 pies/ha en las zonas más húmedas.
Frente a estos criterios tradicionales aparece el criterio mediterráneo, que se debate entre la pequeña densidad que recomienda la escasez de humedad y la solución contraria, aconsejada por la tendencia a la ramificación y tortuosidad de fustes de la vegetación xerófila como respuesta a la sequedad. La tendencia actual, considerando la degradación de los suelos forestales, pobres en nutrientes, y sobre todo apoyándose en la escasez de precipitaciones, es pensar que nuestros montes no pueden soportar espaciamientos pequeños.
El Patrimonio Forestal del Estado, antiguo órgano encargado de las repoblaciones forestales en España, proyectaba 3.000 hoyos/ha en terrenos húmedos y 2.500 hoyos/ha en zonas secas. Posteriormente, el ICONA redujo esas densidades a 1.500 y 1.100 pies/ha, respectivamente, para ambientes húmedos y secos. Una buena referencia a los espaciamientos utilizados en la actualidad en nuestro país puede encontrarse en el programa de forestación de Castilla y León.
El riesgo de beber agua
"Cada 15 segundos muere un niño en el mundo a causa de alguna enfermedad originada por la falta de acceso al agua potable". Lo dice un informe de Cruz Roja, citado en un artículo de J. Brandoli (La Razón, 21/3/2008). En los países en desarrollo la diarrea causa el 21 % de las muertes en niños menores de cinco años. Para el conjunto de la población mundial, 4 millones de personas fallecen al año como consecuencia de enfermedades relacionadas con el consumo de agua no potable.
La causa, en la mayoría de los casos, es la contaminación del agua superficial y subterránea por bacterias. Esta es la forma más frecuente de contaminación del agua en países en vías de desarrollo. En países industrializados la contaminación del agua suele ser debida a productos químicos procedentes de vertidos industriales.
Las principales soluciones, en los países pobres, pasan por construir letrinas impermeables, crear zonas de lavado y duchas, sensibilizar a la población e instalar depuradoras.
Los miles de canales derivados del emblemático río Nilo, sólo ransportan aguas residuales, residuos sólidos, malos olores y bacterias. A pesar de que ya se están poniendo en marcha depuradoras, la medida preventiva más interesante y efectiva es sensibilizar a los habitantes de la zona de que no arrojen basura a las acequias.
Uno de los contaminados canales del Nilo, al fondo la pirámide de Sakkara (Foto: J.Mongil)
La causa, en la mayoría de los casos, es la contaminación del agua superficial y subterránea por bacterias. Esta es la forma más frecuente de contaminación del agua en países en vías de desarrollo. En países industrializados la contaminación del agua suele ser debida a productos químicos procedentes de vertidos industriales.
Las principales soluciones, en los países pobres, pasan por construir letrinas impermeables, crear zonas de lavado y duchas, sensibilizar a la población e instalar depuradoras.
Los miles de canales derivados del emblemático río Nilo, sólo ransportan aguas residuales, residuos sólidos, malos olores y bacterias. A pesar de que ya se están poniendo en marcha depuradoras, la medida preventiva más interesante y efectiva es sensibilizar a los habitantes de la zona de que no arrojen basura a las acequias.
Uno de los contaminados canales del Nilo, al fondo la pirámide de Sakkara (Foto: J.Mongil)
martes, 8 de abril de 2008
Nuevo paso para peces en Ricobayo
El presidente de la Sociedad de Pescadores “Valle de Iruelas” de Ávila, Luis Trujillo, nos envía a un grupo de amigos cada cierto tiempo noticias relacionadas con la pesca y la gestión piscícola. Hace unos días me envió la que os transcribo a continuación, referente a un nuevo modelo de paso para peces. Todas las nuevas presas, y también las antiguas, deberían tener una escala o paso para peces. Esperemos que este caso que se describe sirva como ejemplo.
"Iberdrola crea un primer prototipo de esclusa para peces en la presa del embalse de Ricobayo (Zamora). La compañía ha diseñado y desarrollado un primer prototipo de esclusa para peces en la presa del embalse de Ricobayo que permite la libre circulación de las especies piscícolas presentes en la zona. Este modelo de esclusa, totalmente novedoso en España, ha servido de referencia para futuras experiencias en obras transversales en ríos, de similares características. Gracias a este sistema de franqueo es posible atenuar el impacto negativo de los obstáculos a la libre circulación de las especies piscícolas migradoras, como barbos y bogas, de las que existe una gran variedad de poblaciones en el tramo del río Esla comprendido entre la presa del embalse de Ricobayo y el azud del aprovechamiento hidroeléctrico de Santa Eulalia de Tábara. La esclusa está compuesta de una cámara inferior, situada a pie del obstáculo y otra superior comunicadas por una rampa inclinada. Para el éxito del proyecto, en una primera fase se realizó un estudio de la situación actual de las poblaciones piscícolas y se definieron los requerimientos previos del nuevo prototipo. En una segunda fase, se procedió al diseño y la construcción del prototipo de esclusa del aprovechamiento de Santa Eulalia de Tábara, que quedó localizada en el cuerpo de la presa o azud adosada al edificio de la central, entre la salida de los grupos y el muro de protección del canal de desagüe. La esclusa está compuesta de una cámara inferior, situada a pie del obstáculo y otra superior. La comunicación entre las cámaras se realiza a través de una rampa inclinada capaz de superar la diferencia de cotas entre ambas. El principio básico de operación se basa en que los peces, atraídos y retenidos en la cámara inferior durante la fase de llamada o atracción, ascienden por la rampa inclinada hacia la cámara superior (fase de llenado), y abandonan la esclusa por la compuerta superior en la fase de salida. El accionamiento de las compuertas se realiza mediante tres servomotores de aceite a presión (uno por compuerta) suministrado desde un único grupo oleohidráulico ubicado en la sala situada a cota 685,50, encima de la sala de observación. Este puntero dispositivo incluye un sistema visual para el conteo e identificación de peces mediante técnicas de vídeo-grabación. Su principio consiste en hacer pasar a los peces por una zona en la que sean fácilmente identificables junto a una ventana situada lateralmente, en la que se sitúa una cámara y un equipo videograbador".
"Iberdrola crea un primer prototipo de esclusa para peces en la presa del embalse de Ricobayo (Zamora). La compañía ha diseñado y desarrollado un primer prototipo de esclusa para peces en la presa del embalse de Ricobayo que permite la libre circulación de las especies piscícolas presentes en la zona. Este modelo de esclusa, totalmente novedoso en España, ha servido de referencia para futuras experiencias en obras transversales en ríos, de similares características. Gracias a este sistema de franqueo es posible atenuar el impacto negativo de los obstáculos a la libre circulación de las especies piscícolas migradoras, como barbos y bogas, de las que existe una gran variedad de poblaciones en el tramo del río Esla comprendido entre la presa del embalse de Ricobayo y el azud del aprovechamiento hidroeléctrico de Santa Eulalia de Tábara. La esclusa está compuesta de una cámara inferior, situada a pie del obstáculo y otra superior comunicadas por una rampa inclinada. Para el éxito del proyecto, en una primera fase se realizó un estudio de la situación actual de las poblaciones piscícolas y se definieron los requerimientos previos del nuevo prototipo. En una segunda fase, se procedió al diseño y la construcción del prototipo de esclusa del aprovechamiento de Santa Eulalia de Tábara, que quedó localizada en el cuerpo de la presa o azud adosada al edificio de la central, entre la salida de los grupos y el muro de protección del canal de desagüe. La esclusa está compuesta de una cámara inferior, situada a pie del obstáculo y otra superior. La comunicación entre las cámaras se realiza a través de una rampa inclinada capaz de superar la diferencia de cotas entre ambas. El principio básico de operación se basa en que los peces, atraídos y retenidos en la cámara inferior durante la fase de llamada o atracción, ascienden por la rampa inclinada hacia la cámara superior (fase de llenado), y abandonan la esclusa por la compuerta superior en la fase de salida. El accionamiento de las compuertas se realiza mediante tres servomotores de aceite a presión (uno por compuerta) suministrado desde un único grupo oleohidráulico ubicado en la sala situada a cota 685,50, encima de la sala de observación. Este puntero dispositivo incluye un sistema visual para el conteo e identificación de peces mediante técnicas de vídeo-grabación. Su principio consiste en hacer pasar a los peces por una zona en la que sean fácilmente identificables junto a una ventana situada lateralmente, en la que se sitúa una cámara y un equipo videograbador".
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