miércoles, 24 de septiembre de 2008

Bosque y Agua

Acabo de recibir la revista Montes y me ha gustado el editorial que dedican a la relación entre bosques y agua. Por eso, y esperando que no me denuncien los editores (por favor, recuerden que este blog no tiene ánimo lucrativo), lo transcribo seguidamente. De todos modos, en el siguiente enlace podéis ver la "versión original" en pdf.
http://www.revistamontes.net/descargas/revista/2008_094_004_004.pdf

"El agua es uno de los recursos vitales para la existencia, siendo el monte un ecosistema clave en el ciclo del agua. El buen estado del bosque es fundamental para que la sociedad disponga de agua de calidad. La existencia de montes arbolados influye en el régimen de lluvias, pero sobre todo resulta decisiva para interceptar el agua caída y mejorar su infiltración en el terreno, para la reducción de la erosión y para que, después de producirse lluvias intensas, la cantidad que corre por las cuencas disminuya y su flujo se haga más pausado, prolongado en el tiempo y se obtengan aguas más puras. Es decir, el bosque influye de dos formas:
• Aumenta la cantidad y la calidad del agua a disposición del hombre
• Disminuye o anula el riesgo de riadas e inundaciones
También los montes arbolados tienen una influencia decisiva en las precipitaciones orográficas, pues los árboles, en una formación boscosa, aumentan la altura efectiva del terreno y, en consecuencia, los desniveles que deben remontar los vientos cargados de humedad, por lo que este efecto de frenado que ejercen las formaciones boscosas favorece las precipitaciones.
Nadie discute que un suelo cubierto de vegetación densa, y trabado por los sistemas radicales de las plantas que sustenta, cualquiera que sea la talla de estas, frena la pérdida de suelo por erosión laminar, impidiendo la formación de cárcavas o retrasando la progresión de las ya iniciadas. Al aumentar la talla y densidad del arbolado, se reduce el coeficiente de escorrentía y aumenta el coeficiente de regulación, dando lugar estos efectos a retrasar la aparición de puntas de avenida y a prolongar el tiempo de desagüe, contribuyendo, de este modo, a evitar que se produzcan avenidas catastróficas, de las que en España hemos tenido experiencias dolorosas y reiteradas que, en su mayor parte, estuvieron producidas por escorrentías rápidas y de flujo superficial. En un país como España, con un relieve tan accidentado y clima continental extremado, el monte arbolado se ha asociado más a la protección del suelo, para evitar la erosión laminar, que a la protección del agua como recurso, a pesar de que desde la segunda mitad del pasado siglo se empezó a considerar el agua como un recurso escaso.
Es necesario invitar a todas las instituciones forestales a que se comprometan en la Restauración Hidrológico-Forestal, que englobe en un plan unificado de acción la problemática común de suelos, agua y vegetación de las cuencas hidrográficas, como principal respuesta para conseguir la conservación y la protección de los dos bienes más preciados de los que dispone el hombre: el suelo y el agua, ambos frágiles y limitados y, como tales, necesitados de protección. Esta llamada debe dejar de ser únicamente la voz de los forestales, que clama en el desierto desde hace casi dos siglos, e incluir a otros colectivos que la apoyen, pues la desertización, en nuestro país, va a una velocidad infinitamente superior al llamado cambio climático".

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