Ha sido muy agradable leer el amplio reportaje que la versión española de National Geographic, en la edición del mes de noviembre, dedica al suelo. De todo el artículo, me quedo con tres referencias que no por conocidas son menos interesantes.
En primer lugar, el caso de Burkina Faso. Allí, mediante los tradicionales cordones de piedras, se consigue detener el agua de escorrentía, los sedimentos arrastrados e incluso semillas, de tal manera que se fuerza al agua a infiltrase, y poco a poco se va desarrollando una vegetación que invierte el temido proceso de desertificación.
El italiano Venanzio Vallerani diseñó y construyó unos enormes arados con los que se abren una especie de hoyos (1.500 por hora) para plantar árboles. Los hoyos tienen forma de media luna, similar a los tradicionales caballones semicirculares, que tan efectivos son en la recolección de agua.
Por último, mencionar al agricultor que planta árboles con la técnica zaï. Los zaï son unos hoyos de 20 cm de profundidad. Cada hoyo se llena de estiércol, que atrae a las termitas. Éstas digieren la materia orgánica, facilitando su aprovechamiento por las plantas, y excavan galerías en el suelo. Cuando llegan las lluvias, el agua penetra en el suelo por los túneles de las termitas, y los árboles sobreviven y crecen gracias al suelo más suelto y húmedo.
Zaï (www.christianaid.org.uk)
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