miércoles, 31 de agosto de 2016

El acceso al agua potable es un problema de justicia social

El Papa ha denunciado ante científicos que el acceso al agua potable es un problema de "justicia social" y ha elogiado la labor de los que se ocupan de la "compleja y maravillosa actividad de escrutar el universo, don incomparable del Creador".

Francisco ha hecho estas consideraciones durante la audiencia a los participantes de la Escuela de verano de Astronomía del Observatorio Vaticano, organizado por la orden de los Jesuitas.
Para el Papa la cualificada participación de personas procedentes de "varios países y diferentes culturas" es la prueba de cómo la "diversidad puede enriquecer también el trabajo de investigación en el ámbito científico".

Sobre el deseo de comprender el universo ha destacado que es algo "común a hombres y mujeres que viven en contextos culturales y religiosos diferentes".

El tema de estudio es el agua en el sistema solar y el Papa ha incidido en lo "esencial que es el agua en la tierra". Y ha agregado: "El agua nos fascina con su poder y al mismo tiempo con su humildad". Así ha denunciado que hoy el acceso al agua pura es un problema de justicia social".

El papa León XIII fundó el Observatorio Vaticano en 1891, hace 125 años. Francisco ha señalado que en estos años, esta institución científica ha realizado "las finalidades para la que ha sido querida, sirviéndose de nuevos instrumentos, como también del diálogo y del debate con otros centros de investigación".

En el Congreso de la SER

Nuestra compañera Verónica Cruz en el Congreso europeo de la Sociedad de Restauración Ecológica en Freising (Alemania).


Sequía y desertificación, grave amenaza en México

Como una situación que parece irreversible, aun con la aplicación de medidas para prevenir o mitigar la desertificación y la degradación de tierras, estos procesos se incrementarán a mediano plazo, por lo que representan una verdadera amenaza no sólo para México, sino a escala mundial, señaló Oralia Oropeza Orozco, del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM.

Con motivo del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, subrayó quelas mejores medidas para evitar esa situación son las preventivas, como el mejor uso del agua y la conservación de la productividad de los suelos.

Además, la creación de mecanismos de gestión participativa que involucren a todos los sectores es básica, particularmente en lo que concierne a las localidades pequeñas, a los grupos marginados y a comunidades indígenas; de igual manera, se debe incluir a los políticos y tomadores de decisiones.

“No debemos culpar al cambio climático global para justificar la toma de decisiones equivocadas y la falta de políticas públicas holísticas y de una verdadera planificación”, subrayó.

Según cifras de instituciones oficiales, alrededor de 120 millones de hectáreas de suelo han sido afectadas por la desertificación.

“Se deforestan aproximadamente 500 mil hectáreas al año; la desertificación y degradación de tierras daña dos de cada tres hectáreas, lo que ha provocado menor superficie agrícola y forestal. De hecho, la producción se reduce a menos de un décimo de su potencial en los bosques y selvas nacionales”, detalló.

El 93 por ciento de ese proceso ha sido causado por malas técnicas de manejo, como el sobrepastoreo, el aprovechamiento forestal sin planeación, el uso inadecuado y excesivo de maquinaria, la aplicación de agroquímicos, la roturación incorrecta, el laboreo excesivo o la mala aplicación del riego, así como la urbanización y las actividades industriales. “Se estima que cada año entre 300 mil y 400 mil personas migran de sus terrenos infértiles”, refirió.

El 90 por ciento del territorio tiene problemas de degradación de tierras; 47 por ciento grado severo y extremo y 65 por ciento son tierras secas. En suma, más de la mitad está afectado por la desertificación.

A nivel mundial, esta última impacta a tres mil 600 millones de hectáreas (25 por ciento de la superficie terrestre); en consecuencia, 110 países están en riesgo. Cada año se pierden 12 millones de hectáreas que podrían producir 20 millones de toneladas de granos y 42 mil millones de dólares en ingresos.

Un error que se presenta al referirse al concepto de sequía es que se confunde o se utiliza como sinónimo de aridez y desertificación.

La sequía es un estado temporal de bajas precipitaciones. La aridez se refiere a un rasgo permanente del clima, mientras que la desertificación se define como la degradación de tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas; es el resultado de diversos factores como las variaciones climáticas y las actividades del hombre.

“Ya empieza a haber problemas alimentarios, en África sucedió en 2011; lo que más asusta es que desde ahora, aunque tomemos medidas preventivas, vamos a tener consecuencias graves, porque se ha afectado mucho el planeta. La tendencia es que aumenten estos procesos y las repercusiones sean graves en el futuro”, apuntó.

En 1994, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 17 de junio como el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía para despertar conciencia en torno a esa problemática; de igual manera, puso en marcha la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) en países afectados por graves sequías, por desertificación, o por ambas, en particular en África.

De la misma forma, el organismo declaró al periodo 2010-2020 como el Decenio de las Naciones Unidas para los Desiertos y la Lucha contra la Desertificación (UNDDD).

Fuente: iagua

Las aportaciones de Fernando Baró en hidrología forestal y geografía ecológica

Siendo enorme la aportación de Baró en lo referente a transportes forestales, fue también muy destacada en otros campos de la ciencia. Por ejemplo, en hidrología forestal: Baró pronunció en 1917 tres célebres conferencias hidrológico-forestales en el Ateneo de Madrid, que fueron publicadas ese mismo año (La corrección de torrentes y aludes en España), constituyendo el primer libro español sobre teoría de corrección de torrentes y aludes, que aún influyó mucho, décadas después, en la clásica obra de referencia de la hidrología forestal española, la de José María García Nájera (1962). Es también muy brillante el artículo que bajo la entrada “Torrente” publicó Baró en 1928 en el tomo 62 de la celebérrima enciclopedia Espasa, de la que fue colaborador. Resulta muy justificado, por tanto, que Baró fuera asesor de la sección de Hidráulica Torrencial del Instituto Forestal de Investigaciones y Experiencias (IFIE) entre 1927 y 1932.

Aún destacó más Baró en cuanto a la geografía forestal y ecológica, ya que presentó en el famoso Congreso Forestal Internacional de Roma (1926) su importantísimo Bosquejo geográfico-forestal de la Península Ibérica, que incluye dos mapas completamente originales, uno termopluviométrico y otro edafológico, a partir de los cuales forma un mapa de regiones forestales. De los tres, el más valioso es el mapa de suelos, que no es una mera síntesis de los esquemas anteriores de Ramman y de Dantín Cereceda, sino que los supera usando nuevas tipologías y un grado mucho mayor de detalle. La crítica geográfica actual reconoce de manera unánime al de Baró como el primer mapa científico de suelos de España, anterior en doce años al de Huguet del Villar (1938), que fue mucho más conocido, pero mucho menos original, pues con toda evidencia se basa en el mapa de Baró sin citarlo.

Texto extraído del artículo de la revista Montes:
Pérez-Soba, I.; 2015. Fernando Baró Zorrilla (1877-1959). Un trabajador incansable y polifacético. Revista Montes, 120: 63-67.

Sobre mapas de suelos

Los mapas de suelos que hay actualmente en España "sirven para colgar de la pared, pero no para planificar". Así de rotundo se muestra Jaume Porta, catedrático emérito de Edafología en la Universidad de Lérida y presidente de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo (SECS), entidad que reúne a más de 500 especialistas en la materia. Una situación que revela que el suelo es el gran olvidado en nuestro país, quizá porque el lapso de tiempo que transcurre desde que empieza su degradación hasta que el problema se percibe suele ser largo, explica Jorge Mataix, del Grupo de Edafología Ambiental de la Universidad Miguel Hernández. La única región que cuenta con un mapa de suelos a escala 1/25.000 es Navarra, mientras que Cataluña y Galicia trabajan en uno de 1/50.000. "A nivel estatal, el de escala 1/250.000 ni siquiera está actualizado", resume Porta. No ocurre lo mismo en Europa, donde el 50% de los países cuenta con mapas de suelo escala 1/50.000, aunque el más avanzado es Estados Unidos, con mapas de suelo escala 1/22.000 de todas las zonas privadas.

"Es importante saber qué tipos de suelos tenemos en cada lugar y en qué condiciones, y más en un país como el nuestro que tiene gran diversidad de suelos", explica Mataix. La razón por la que en España no se ha avanzado en la cartografía de suelos habría que buscarla básicamente en el dinero: "Obtener información de suelos es caro y lento".

Desde la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo reclaman que en los Presupuestos Generales del Estado haya una partida para el fomento de la información del suelo. Como estimación, un mapa edafológico para el conjunto de España podría estar en torno a los 90.000 millones de euros. Conscientes de las elevadas cifras, desde la SECS piden al menos que se empiece por crear una agencia especializada para poder ir recabando toda la información dispersa que existe, pero que no es oficial.

La falta de datos autorizados hace que esta entidad no se atreva a dar un dato para España de la afección de los suelos por la erosión o la desertización. "Sabemos que el problema está ahí porque en nuestros trabajos de campo lo vemos y lo medimos a una escala pequeña, pero no podemos aventurarnos a dar cifras", dice Mataix.

La predicción apunta a que Andalucía, Valencia y Murcia son las regiones con los suelos más degradados. Los datos a nivel mundial de la FAO hablan de que el 33% de los suelos del mundo están degradados y cada año se pierde una superficie de suelo equivalente a la extensión de Costa Rica. En Europa, se pierden 11 hectáreas de suelo cada hora en pro de la expansión urbanística. Hay que tener en cuenta que el suelo es la capa más superficial de la Tierra, aproximadamente los dos primeros metros bajo nuestros pies, aunque la capa oscura (con más materia orgánica), que es la que está en la parte superior del suelo y la más fértil, solo tiene unos 30 centímetros en los suelos españoles (en la Pampa argentina puede llegar a 60 cm). Pero de esta franja de dos metros procede el 95% de los alimentos que consumimos y alberga el 25% de la biodiversidad del planeta.

Como destacaba estos días un estudio en la revista Science, el principal agente para la degradación de los suelos es la agricultura. En el caso de España, explica Porta, "no conozco un solo regadío que tenga un sistema de monitorización para saber qué está pasando". Conocer el tipo de suelo es importante porque, un suelo con sales, por ejemplo, impide que las plantas absorban agua y produzcan; de la misma forma un suelo degradado va perdiendo partículas.

Revertir la degradación a veces es tan sencillo como hacer bancales, en lugar de quitarlos, para mecanizar el campo con el consiguiente aumento del agua de escorrentía, o recubrir el suelo de hierba para mejorar su textura y que el árbol tenga mayor suministro de agua. "Medidas de corrección de suelos hay, pero hay que implementarlas y tener en cuenta que cada pequeña acción individual nos lleva a la sostenibilidad o a la degradación progresiva", dice Porta.

Según apuntan desde la SECS, es necesario para el futuro apostar por la regeneración de suelos antes de buscar nuevos terrenos que poner en cultivo o, como alternativa, urbanizar solo en suelos ya degradados, puesto que la superficie agrícola de calidad es escasa. En este sentido recuerdan el caso de Inglaterra, donde en los años 90 el Gobierno se marcó como objetivo para el año 2008 que un 60% de las nuevas construcciones se llevase a cabo sobre suelo ya desarrollado, evitando con ello el sellado permanente de nuevos suelos de buena calidad. En 2001 lo habían conseguido.

El profesor Porta cree que hay que acabar con lo que él llama "la permisividad silenciosa frente a la degradación de los suelos". Y por eso en este 2015, declarado por Naciones Unidas como Año Internacional de los Suelos, desde la SECS trabajarán para poner a los suelos en el lugar que merecen. De la misma forma que tenemos mapas geológicos y de recursos minerales, es importante contar con buena cartografía de suelos, argumentan.

La degradación de los suelos afecta a la seguridad alimentaria y por ende a la paz mundial. En este sentido, Porta recuerda que la crisis del Sahel se desencadenó por la llegada de un periodo seco tras uno húmedo, en el que se había desarrollado de un modo no sostenible la agricultura y se habían puesto más hectáreas en producción. Cuando llegó el periodo seco se dejó de producir. Rememora también que una de las causas de la decadencia de la próspera civilización de la antigua Mesopotamia fue la salinización de los regadíos.

Fuente: ABC, Araceli Acosta

Libro: Más claro: agua

Damos publicidad a este libro de nuestro amigo Manuel Mateos de Vicente.

Hidrofobicidad del suelo después de incendios

Un estudio llevado a cabo en el área forestal de la Sierra de Sevilla por expertos de la Universidad de Sevilla y la Universidad Miguel Hernández, con la colaboración de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (Morelia, México), pone de manifiesto que incluso incendios de poca severidad son capaces de inducir hidrofobicidad en el suelo y que esta situación puede mantenerse durante varios años después. Cuando ocurre esto, la restauración natural de la vegetación y la recuperación de las propiedades iniciales del suelo son más difíciles.

En el caso del área forestal de la Sierra de Sevilla, la hidrofobicidad se redujo progresivamente hasta recuperar las condiciones iniciales 4 años después del incendio. Durante este tiempo, los horizontes inferiores del suelo permanecieron prácticamente secos a pesar de las abundantes lluvias. Este hecho ha dificultado enormemente la recuperación natural de la vegetación, que cuatro años después del fuego no se ha recuperado en absoluto.

La hidrofobicidad del suelo limita la infiltración del agua. De este modo, cuando llegan las primeras lluvias del otoño, la formación de escorrentía y el riesgo de erosión aumentan significativamente. Además, en estos casos, el agua sólo puede penetrar en el suelo a través de grietas o macroporos en la superficie del suelo, produciendo vías de flujo preferencial.

“Los resultados del trabajo nos han permitido comprender mejor la dinámica de los procesos de infiltración en suelos quemados, así como a confirmar la importancia de incluir estos estudios en los planes de restauración forestal”, destaca el profesor de la Facultad de Química de la Universidad de Sevilla Antonio Jordán.

Cuando el agua se infiltra a través de estos puntos, una parte importante del suelo permanece seco a pesar de la lluvia, lo que limita el suministro de nutrientes a las raíces, dificulta la regeneración natural y causa otros impactos sobre la flora y los procesos hidrológicos en la zona quemada.

“La evolución en el tiempo de este fenómeno ha sido poco estudiada en suelos afectados por incendios, de modo que la investigación es necesaria para facilitar la toma de decisiones por parte de los responsables de los planes de restauración”, hace hincapié la investigadora Nancy Alanís, de la Universidad de Michoacana.

“Hemos comprobado, en primer lugar, que el impacto del fuego no es homogéneo ni en el tiempo ni en el espacio. La intensidad de la combustión es muy variable espacialmente, por lo que la combustión de la vegetación y la materia orgánica del suelo, la cantidad y las características de las cenizas y sus consecuencias sobre el suelo y los procesos hidrológicos pueden variar incluso a escala de centímetros. En el caso de la ceniza, por ejemplo, una combustión intensa produce la aparición de ceniza blanca, hidrofílica (no dificulta la infiltración del agua) y formada principalmente por compuestos minerales, lo que constituye un aporte de nutrientes al suelo en un momento en que las plantas los necesitan especialmente. Si la combustión es menos intensa, se forma ceniza oscura, rica en compuestos orgánicos y de carácter hidrofóbico. La distribución espacial de un tipo y otro de ceniza genera respuestas y patrones complejos en el suelo”, añade esta investigadora.

Por otro lado, los resultados del estudio señalan que la intensidad de los cambios y sus consecuencias en el medio ambiente dependen de las propiedades del fuego, del suelo, la vegetación, la temperatura y la humedad en el momento del incendio. De este modo, una adecuada gestión de la zona quemada debe conocer por un lado cuál es la intensidad de los impactos para decidir si es necesario llevar a cabo trabajos de restauración o solo de vigilancia, y por otro, la variabilidad espacial de los impactos ya que si los efectos del fuego en un área no son homogéneos es posible que se requieran medidas de gestión y restauración complejas.

Fuente: iagua