Cobertera (1993) recoge los conceptos de biostasia y rexistasia, establecidos por el geólogo francés Ehrart en 1956, y utilizados también por Viers (1973) y Tricart & Kilian (1982) para clasificar los suelos naturales en medios estables e inestables de zonas templadas. Siguiendo a Cobertera (1993) recordamos estas definiciones:
“Los paisajes en biostasia no están sujetos a erosión, están en descanso morfogénico. Sólo se registra la alteración de las rocas que constituyen el horizonte C de los suelos. Esta alteración es debida, exclusivamente, a los procesos de edafogénesis, de tal forma que en superficie las formas permanecen estables y recubiertas totalmente por la vegetación, gracias a un clima y unas condiciones topográficas favorables”.
“Al no existir erosión, gracias a la cobertera vegetal total y a la presencia de horizontes A ricos en humus en toda la superficie del territorio, las aguas no arrastran sedimentos en suspensión, los ríos, por lo tanto, son de aguas transparentes con cauces bien delimitados y márgenes protegidos por la vegetación y los suelos. La sedimentación, por lo mismo, es débil y compuesta por elementos solubles y pequeñas partículas coloidales en suspensión, sobre todo arcillo-húmicas. Se trata de un paisaje muy estable en el que los suelos han llegado a un cierto equilibrio con la vegetación y con el clima (“clímax”), es decir, a una madurez caracterizada por la gran importancia de la edafogénesis pardificadora, propia de estos climas templados. Esta situación de equilibrio podrá ser modificada por un cambio climático brusco o por la acción antrópica (deforestación o puesta en cultivo, obra pública que modifique el equilibrio de las vertientes, etc.)”.
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“Los paisajes en rexistasia están sujetos a procesos de erosión. La alteración de las rocas es debida a estos procesos y no a los de alteración por edafogénesis. Las condiciones climáticas y topográficas –periodos de temperaturas muy elevadas y muy frías, precipitaciones irregulares con torrencialidad o periodos de sequía, elevadas pendientes, etc.- impiden la consolidación de una cobertura vegetal continua y la formación de suelos profundos y con horizontes A orgánicos importantes. Por el contrario, la superficie del territorio puede estar parcialmente recubierta por suelos de perfil muy poco evolucionado –litosuelos, regosuelos y rocas y regolitos. Es el dominio de la morfogénesis sobre la edafogénesis. Es el rejuvenecimiento continuado de los suelos hasta extremos en los que la recuperación hacia estadios más maduros es imposible, si no cambian las condiciones del medio. Los paisajes rexistásicos se caracterizan, por otro lado, por el descarnamiento del territorio, fruto de la erosión, por la torrencialidad de su red fluvial y el transporte de sedimentos abundantes de sus aguas coloreadas, por la sedimentación detrítica y de granulometría diversa, siempre abundante, procedente de la erosión mecánica y acompañando a elementos coloidales, sobre todo arcillas –ya que el humus se ha mineralizado rápidamente- y elementos solubles, con el consiguiente desguace y lavado mecánico y químico del territorio”.
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Cobertera, E.; 1993. Edafología aplicada. Ed. Cátedra. Madrid.
Tricart, J.; Kilian, J.; 1982. La ecogeografía y la ordenación del medio natural. Ed. Anagrama. Barcelona.
Viers, G.; 1973. Geomorfología. Ed. Oikos-Tau. Barcelona.
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