miércoles, 29 de junio de 2016

El cuidado de la casa común

Los grandes problemas ambientales: cambio climático, desertificación, la cuestión del agua, la deforestación... Será el tema de la charla que ofrecerá Jorge Mongil en este curso de Verano de la Universidad de Extremadura. Será el 1 de julio a las 10,30 h en Cáceres.

II Encuentro sobre Restauración Hidrológico-Forestal UVa-UCAV

¿Por qué se está desertizando España?

El pasado día 17 era el primero para tomar conciencia sobre la desertización en el mundo. Un proceso por el cual una tierra fértil se convierte en improductiva, camino de llegar a ser un desierto de arena como el Sahara o la mayor parte de la península arábiga.

Evidentemente, una parte de la desertización se debe a los cambios climáticos. Hace unos 8.000 años el Sahara era verde. ¡8.000 años! Nada en la escala geológica. Los cambios en el clima y en la vida en la Tierra suelen ser bruscos. Este cambio se debió a una variación de la circulación oceánica provocado por la deglaciación del planeta.

Pero otra parte muy importante, la desertificación, se debe a la acción humana. Allí donde cae poca lluvia o esta es muy estacional, el agua debe almacenarse en el subsuelo, en acuíferos subterráneos. Para esto no debe haber escorrentía, el agua no debe deslizar ladera abajo, sino permear el suelo. Y para esto lo esencial son los árboles. Con sus hojas frenan la intensidad del golpe de la gota de agua, y con sus raíces permiten al agua detenerse, no caer ladera abajo y permear el suelo.
                             

Una parte de la desertificación de España se debe a la tala de árboles para la marina hace ya siglos, el pastoreo de millones de ovejas, las fundiciones a base de carbón vegetal, las traviesas de los trenes y las calefacciones hogareñas. En el norte de Europa, los árboles alcanzan 15 metros de altura y diámetros de medio metro en un plazo de unos 10 años. En España se necesitan 100 años para ello. Si se agotan los recursos a base de destruirlos por encima de la tasa de reposición (muertes/nacimientos hoy en España, por ejemplo) se precisa esperar miles de años, en el caso de los árboles, para volver a la situación de partida.

Hay árboles que vuelven a crecer tras un incendio. Pero otros no lo hacen. Entre estos están los pinos, que solo se propagan por semillas. Los grandes incendios de la costa mediterránea han ido, en estos últimos 40 años, añadiendo su tremenda contribución al avance de la desertificación en nuestro país.

Una vez desaparecidos los árboles, las lluvias torrenciales empiezan a arrastrar un suelo que ya no está anclado por las raíces. Al desaparecer la capa superficial de suelo, aparece la arena y la roca. En ellas solo crecen matorrales de raíces superficiales, que no retienen suelo ni agua cuando llueve.

Al ir desapareciendo el suelo fértil, las lluvias torrenciales ocasionales empiezan a producir cárcavas. Los lectores de este blog saben que insisto mucho en los procesos no lineales cuyo mejor paradigma es que el rico se hace más rico y el pobre, más pobre. En los procesos no lineales los efectos de las causas se amplifican por realimentación positiva. Así, en las cárcavas las pendientes son muy pinas, de manera que agua se desliza por ellas a gran velocidad, aumentando su capacidad de erosión y arrastre del suelo. Las cárcavas se convierten en barrancos y estos, en cañones.

El desierto crea desierto.

En las laderas mediterráneas, como bien explicaba Millán Millán, meteorólogo jefe de la Comunidad Valenciana, el vapor de agua que entra desde el mar y asciende por ellas necesita el aporte de un poco más de vapor para saturar y precipitar en forma de lluvia. Ese algo más de vapor lo proporcionaban los árboles de la cadena costera. Cuando han ido desapareciendo loa árboles, por incendios, o siendo talados para hacer urbanizaciones, ese gramo de vapor de agua ha dejado de añadirse al aire del mar. Este aire asciende por las laderas, se enfría, pero no satura, y vuelve al mar sin dejar lluvia: el terreno se seca cada vez mas, y finalmente, se desertifica.

La desertificación la estamos haciendo nosotros. Añadida a la desertización por causas naturales, genera problemas sociales muy graves. Esta misma desertificación añadida al cambio de los regímenes de lluvia en el Sahel, al sur del Sahara, el embalsamiento de las aguas del Tigris y el Éufrates en Oriente Medio, y procesos similares en toda la Tierra, están disminuyendo el agua de que dispone una población humana creciente.

La escasez de agua genera hambrunas y guerras, y ambas producen emigración. Se quiere parar ésta con barreras, vallas con cuchillas, lanchas con ametralladoras...

Imposible.

Cuando los seres humanos deciden moverse no se les puede detener a medio plazo.

Tenemos cambio climático, avance de los desiertos, escasez de agua.

A veces, los jurados de los premios atinan (rara vez, pero a veces lo hacen). Esta vez el premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional ha recaído en la ONU, por sus esfuerzos para frenar el Cambio Climático. La Fundación BBVA lleva ocho años dando un premio individual a quien más haya hecho contra ese Cambio Climático. Hasta el mismo Papa llama a combatirlo.

Y... ¿podemos hacerlo? ¿Nos conviene hacerlo?

Hay una parte de Cambio Climático que hemos producido y ya es irreversible, como el deslizamiento de los hielos del Mar de Ross en la Antártida hacia el agua. Pero podemos frenar el Cambio Climático que aún está avanzando, antes de que la situación pase de preocupante a espantosa. Tenemos todas las herramientas y técnicas para ello, desde energías renovables a reducción radical del consumo de energía en las ciudades y los transportes.

Cualquier nueva tecnología implica un crecimiento brutal del número de trabajadores. España necesita unos miles más de molinos de viento, y cubrir al menos 4.000 kilómetros cuadrados, 400.000 Ha, de celdas solares y centrales solares térmicas, pero no solo eso: se necesita aislar del frío y del calor todas las viviendas y reducir, a la mitad, el consumo energético en los transportes de personas y mercancías entre ciudades y dentro de las mismas. Se puede hacer, tenemos toda la tecnología necesaria para ello. Y hacerlo precisa millones de trabajadores, no para producir manos muertas, que es lo que son los edificios, que una vez construidos no producen ni más riqueza ni más trabajo, sino para montar sistemas que siguen produciendo energía, es decir, riqueza, en cuanto están terminados y a lo largo de décadas o incluso siglos.

Si conseguimos frenar el avance del Cambio Climático, podemos aprovechar las lluvias suaves para plantar masivamente árboles en España, y sobre todo, para cuidar los bosques, manteniéndolos siempre libres de maleza y leña seca, para evitar los incendios. Necesitamos plantar al menos 100.000 kilómetros cuadrados (km2) de árboles, un quinto de la superficie de España. Podemos calcular un círculo con un radio de tres metros por árbol: 25 metros cuadrados, por redondear a una cifra cómoda. Un kilómetro cuadrado es un millón de metros cuadrados. Dividido entre 25 da 40.000 árboles por km2. Por 100.000 km2, tenemos cuatro mil millones de árboles. Plantar estos árboles y sobre todo cuidarlos para que crezcan y mantener los bosques exige un número muy elevado de trabajadores cuyos salarios se compensan por la mejora ambiental de todo el país.

España, un territorio camino de la desertificación


La Sierra de Gádor (Almería), ejemplo de desertificación heredada. JAIME MARTÍNEZ

Suelos pobres en nutrientes, laderas escarpadas, clima semiárido, sequía estacional, extrema variabilidad de lluvias y fenómenos como la gota fría son características propias de varias zonas españolas. Si a estos factores, además, le sumamos los incendios forestales que asolan nuestro país, el sobrepastoreo, la excesiva explotación de los acuíferos y el abandono de tierras agrícolas tenemos el cóctel que convierte a España en el país europeo con mayor riesgo de desertificación.

La ONU, que celebra el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación el 17 de junio, define la desertificación como «la degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas resultante de varios factores, incluyendo variaciones climáticas y las actividades humanas». Supone un complejo proceso que afecta al suelo, la vegetación y la fauna y que resulta en una disminución de la fertilidad del terreno, reduciéndose la capacidad productiva de los ecosistemas.

Y no es un problema que al que haya que restarle importancia. En España, un 75% del territorio se encuentra en zonas susceptibles de sufrir desertificación, y un 20% ya lo ha hecho, y el cambio climático sólo agrava esta situación. Fernando T. Maestre, profesor titular de Ecología en la Universidad Rey Juan Carlos e investigador principal del Laboratorio de Ecología de Zonas Áridas y Cambio Global en dicha universidad, explica que, al haber menos disponibilidad de agua por el aumento de temperaturas, será mayor la aridez y la erosión, por lo que se reducirá la productividad agrícola. «Es probable que disminuyan la extensión de las tierras cultivables, la duración de las temporadas de cultivo y el rendimiento potencial de muchas zonas».


Olivar erosionado en Córdoba, ejemplo de desertificación activa. JOSÉ ALFONSO GÓMEZ

Las consecuencias de la desertificación plantean una grave cuestión de seguridad alimentaria a nivel planetario. Monique Barbut, secretaria ejecutiva de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, advierte que, dado el aumento demográfico previsto para 2050, será necesario incrementar la producción en un 75% para abastecer esa población. «El 60% de los terrenos agrícolas de todo el planeta están degradados, más de 2.000 millones de hectáreas. Si se recuperasen 500 millones de hectáreas, sería posible asegurar el alimento a nivel global». Para España también supondrá un empeoramiento de las migraciones, como se planteó en el Consejo de Seguridad de la ONU de mayo de 2016. «España se verá afectada por los flujos migratorios que provoquen los millones de personas que huyan de sus hogares porque no puedan obtener alimento de sus tierras», indica.
Detectar la desertificación

El proceso comienza con la destrucción de la cubierta vegetal. A mayor cobertura vegetal, mayor fertilidad del terreno y menor erosión. Sin embargo, dado que la desertificación depende tanto de factores naturales como humanos, la velocidad a la que va a producirse no se puede determinar. Maestre sostiene que será más rápido en una zona con elevada pendiente donde se haya perdido la cubierta vegetal que en una más llana que no haya sufrido sobrepastoreo. «Pero la desertificación puede producirse en poco tiempo si confluyen las condiciones adecuadas para ello».

El investigador Jaime Martínez Valderrama, de la Estación Experimental de Zonas Áridas de Almería, desarrolló en 2013 un método para calcular el riesgo de desertificación y un mapa de condición de la tierra por encargo del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. En el primer caso, simularon distintos escenarios con modelos de simulación numéricos para hacer estimaciones sobre la evolución de cada uno de los paisajes de desertificación de España, descritos por el MAGRAMA. En cuanto al mapa de condición de la tierra, este se basa en el concepto RUE (Rain-Use Efficiency), que determina la eficiencia en el uso del agua. «Este ratio refleja la cantidad de biomasa que se produce en un lugar según el agua que cae», explica. Se compara con lo que debería haber producido si el terreno estuviese sano y cuanto más se aleje de la producción potencial, más degradado está ese territorio.
Lucha contra el problema

La restauración forestal en España comenzó en la segunda mitad del siglo XIX. Desde que se inició la repoblación forestal de tierras degradadas se han recuperado cinco millones de hectáreas (un 10% del territorio español). Tres cuartas partes de esa cantidad han sido con fines de protección. «La repoblación se hace fundamentalmente con pino carrasco, pero debería anteponerse la prevención a la recuperación, que es complicada y costosa», indica Maestre. Además también se realizan ramblas para contener la erosión, se añade compost al suelo para aportar nutrientes o paja para minimizar el efecto erosivo de las lluvias.

España cuenta con el Programa de Acción Nacional contra la Desertificación para determinar los factores contribuyentes y las medidas necesarias para luchar contra los efectos. Además, desde 1981 está vigente el Proyecto de Lucha contra la Desertificación en el Mediterráneo, mediante el cual se analizan los recursos implicados en el proceso.

¿Es irreversible? Martínez Valderrama asegura que en un estado inicial sí tiene vuelta atrás. Pero si se atraviesan determinados umbrales ya es complicado revertirlo. «Hay procesos de desertificación que llamamos heredada, porque comenzaron hace tiempo ya. Se cortó mucho monte con distintos motivos: se necesitaba madera para la Armada Española, para crear zonas de pasto, para obtener leña para fundir mineral... Y aunque sucedieron hace siglos no se han recuperado». A la naturaleza le puede llevar miles de años formar suelo, así que si éste se destruye en 30 años, es un proceso irreversible a escala humana. «A escala geológica por supuesto que se volverá a crear suelo, pero no hay que olvidar que el enemigo está en casa, es la actividad humana con el deterioro de los recursos la que hace que se traspasen esos umbrales».

Salvar el bosque más viejo de Europa

En Europa todavía existe un lugar donde no ha llegado la mano del ser humano. Donde se ha dejado actuar en paz a la naturaleza, y se respetan sus ritmos y sus procesos. Un lugar fuera del tiempo donde es posible cruzarse con un bisonte europeo salvaje, donde los lobos cazan en los claros y los linces boreales acechan bajo los troncos caídos de los viejos robles. Un lugar a dónde asomarse a lo que era Europa hace miles de años. Ese lugar es Bialowieza, entre Polonia y Bielorrusia, el mayor pedazo superviviente de los bosques caducifolios que antaño cubrían toda Europa central. Y ahora, el ultraconservador Gobierno polaco ha decidido que hay que talarlo.

El ministro de Medio Ambiente, Jan Szyszko, anunció hace varias semanas que los trabajos habían comenzado, y sus planes dan escalofríos: el límite de extracción de madera se multiplicará por tres, las motosierras entrarán en zonas que estaban excluidas de la intervención humana y se talarán árboles centenarios. No se tocará el Parque Nacional de Bialowieza -que ocupa el 17% del bosque-, pero sí el resto, que está protegido dentro de la red europea Natura 2000 y como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO por sus excepcionales valores universales.

Decenas de científicos polacos y europeos -e instituciones como el Comité de Conservación de la Naturaleza de la Academia polaca de ciencias- llevan meses intentando hacer entrar en razón al Gobierno, y organizaciones conservacionistas como WWF han agotado todos los medios legales posibles para parar los planes. La excusa para poner en marcha la tala masiva es una plaga de escarabajo de la corteza que ataca a las píceas (una conífera), un proceso que ocurre cada 8 o 10 años y que forma parte del ciclo natural de regeneración del bosque.

Cortar los árboles enfermos y retirar los árboles caídos puede tener sentido en un bosque gestionado para la explotación de madera, pero es una atrocidad en un bosque como Bialowieza. Los árboles centenarios, los árboles enfermos, o los troncos caídos, que serán el principal objetivo de las motosierras, son precisamente lo que hacen de Bialowieza un lugar único: se calcula que el 50% de su increíble biodiversidad depende de la madera muerta.

Muchas de las especies de Bialowieza sólo sobreviven allí porque están asociadas con el complejo ecosistema de un bosque primario, con árboles centenarios y grandes cantidades de troncos en descomposición. Las píceas atacadas por la plaga seguirían siendo parte del bosque durante muchos años: dando cobijo y alimento a multitud de especies, y devolviendo sus nutrientes al suelo para que crezca la siguiente generación de árboles.


El plan del Gobierno polaco va contra el conocimiento científico y vulnera las Directivas europeas de la naturaleza, por su grave impacto sobre hábitats y especies protegidas por la UE. También pone en peligro los elevados ingresos por turismo de todas las personas que se acercan hasta ese lugar remoto de Polonia atraídos por la magia del bosque.

Esta semana, las ONG enviamos a la Comisión Europea una carta pidiéndoles que actuaran urgentemente para proteger Bialowieza, acelerando las medidas legales para detener a Polonia. ¿Si no podemos salvar de la tala masiva al bosque más viejo del continente, de qué sirven las leyes de protección de la naturaleza? El caso de Bialowieza es un claro ejemplo de que no hay que cambiar las Directivas de la naturaleza, tan sólo asegurarnos que se cumplen, como reclamamos en nuestra campaña #NatureAlert.

El biólogo Edward O. Wilson escribió que "destruir un bosque lluvioso por beneficio económico es como quemar un cuadro del Renacimiento para cocinar". Seguro que diría lo mismo de este tesoro de Europa y de toda la Humanidad, protegido desde el siglo XV de la mano del ser humano. Y mientras los políticos europeos callen, las motosierras seguirán invadiendo con su rugido el bosque más viejo de Europa.

Gema Rodríguez, del Programa de Especies de WWF.

Fuente: El Mundo 

Las sequías de los últimos 318 años en España

Hubo 36 años extremadamente secos y 28 años muy húmedos desde finales del siglo XVII

La cuenca mediterránea es testigo desde hace al menos cinco décadas de un aumento de las sequías, pero ¿siempre ha sido así? Un equipo de la Universidad de Zaragoza ha logrado por primera vez reconstruir las sequías de 1694 a 2012 a partir del índice de precipitación y el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles. Según el trabajo, los doce meses anteriores al mes de julio de 2012 fueron los más secos.

Las sequías son un fenómeno recurrente en la cuenca mediterránea con consecuencias negativas para la sociedad, las actividades económicas y los sistemas naturales. Nadie parece dudar sobre el hecho de que las temperaturas aumenten desde hace unas décadas en todo el planeta. Sin embargo, la percepción de esta tendencia no parece tan evidente cuando se trata de precipitaciones, de las que se tienen datos a partir del año 1950.

Así, hasta ahora, el estudio de la recurrencia y severidad de las sequías en España se ha basado en la información de las estaciones meteorológicas, con datos suficientes solo desde mediados del siglo XX.

Para comprobar la evolución de las sequías, científicos del departamento de Geografía de la Universidad de Zaragoza han utilizado información indirecta, como el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles, para reconstruir el clima de la cordillera ibérica desde 1694 y analizar los periodos secos a partir del Índice Estandarizado de Precipitación (SPI).

Los investigadores recogieron 336 muestras y 45.648 anillos de crecimiento de cinco especies diferentes (P. sylvestris, P. uncinata, P. nigra y P. halepensis) a partir de 21 localizaciones de la provincia de Teruel, al este de la península ibérica, a una altitud media de 1.600 metros.

Los resultados, publicados en International Journal of Biometeorology, han permitido evaluar las sequías de los últimos tres siglos y revelan que los doce meses que precedieron al mes de julio de 2012 fueron los más secos de todo el periodo contemplado. “Hemos logrado identificar siete momentos especialmente secos y cinco húmedos desde finales siglo XVII”, declara a Sinc Ernesto Tejedor, autor principal del estudio.

Los periodos más secos

Según los investigadores, además de estos periodos, hubo 36 años extremadamente secos y 28 años muy húmedos desde finales del siglo XVII. “Algunos de estos años secos, como 1725, 1741, 1803 o 1879, se identifican también en otras reconstrucciones de sequías en Rumania y Turquía, lo que demuestra la coherencia a mayor escala de las desviaciones extremas y su relación con procesos atmosféricos más globales”, añade Tejedor.

Muchos de estos acontecimientos extremos se asocian con cambios históricos y culturales catastróficos de los últimos tres siglos. De hecho, el año 1725 se conoce como ‘El año sin cosecha’ en Monegros. Así, quedan reflejados en documentos históricos como las rogativas ‘pro pluvia’, “ya que las intensas sequías provocaban malas cosechas con graves consecuencias para la sociedad”, comenta el científico.

La reconstrucción de las sequías a partir de la dendrocronología no permite hacer predicciones de manera directa de eventos extremos futuros, aunque estas reconstrucciones sí se utilizan para validar los modelos de cambio climático futuro. “Lo que se está viendo durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI es un aumento en la recurrencia de los fenómenos extremos, tanto de años secos como de años húmedos”, recalca a Sinc el investigador.

Para el experto, las predicciones en cuanto a la variabilidad y tendencia de las precipitaciones todavía no son tan fiables como las de temperatura, ya que influyen otros factores que todavía se están estudiando.

Fuente: Agencia Sinc/Nueva Tribuna

lunes, 6 de junio de 2016

Artículo sobre nuestro apero Saltusaqua

Acaba de publicarse (en el nº 42 de Cuadernos de la SECF) un artículo (nota técnica) sobre nuestro apero Saltusaqua. Incluye la descripción del apero patentado, que realiza microcuencas semicirculares, y una simulación de la cosecha de agua que proporciona mediante el programa Modipé.

Enlace al artículo 

Nuevo número de Cuadernos de la SECF: Grupo de trabajo de Repoblaciones Forestales

Se ha publicado en la página de los Cuadernos de la SECF un nuevo número de la revista (nº42 (2016)). Actualmente el número cuenta con los artículos presentados a la “III Reunión conjunta del Grupo de Trabajo de Repoblaciones Forestales (SECF) y el Grupo de Trabajo de Restauración Forestal (AEET)” así como con dos notas técnicas y un resumen de tesis doctoral. 

El número se irá ampliando con nuevas aportaciones de los grupos de trabajo, resúmenes de tesis doctorales, notas técnicas y revisiones bibliográficas a medida que estas sean aceptadas para su publicación.

viernes, 3 de junio de 2016

¿Por qué hay agua en los ríos cuando no llueve?



Un vídeo del CREAF

El Canal de Castilla

La semana pasada hicimos la ruta en barco por el Canal de Castilla, concretamente por el Ramal de Campos, saliendo de la dársena de Medina de Rioseco.

Este canal es una de las más importantes obras de ingeniería hidráulica de nuestro país, construido entre mediados del siglo XVIII y principios del XIX, para facilitar el transporte de cereal a los puertos de Cantabria.

Aquí os dejamos unas fotos de Nuria Mongil (Flash-ion).