Entrevista de Martina Casanova publicada en Ecoavant.com
Este año sufrimos el primer gran incendio forestal en mayo, en Pego y Vall d'Ebo (Alicante), con 1.715 hectáreas arrasadas. ¿Qué está pasando?
Se declaró un día en el que las temperaturas aumentaron 10 grados respecto al día anterior y hubo vientos muy secos de poniente por la entrada de una masa de aire muy cálida. En el clima mediterráneo no son extrañas las anomalías o variaciones bruscas de las condiciones meteorológicas. Esto, sumado a la situación de alta combustibilidad que presenta la vegetación, hizo posible el primer gran incendio de la temporada.
¿Pueden ser suficientes unos días de meteorología adversa para causar uno de estos devastadores incendios?
Por poner un ejemplo significativo, en 2012, sólo un 0,4% de los siniestros que se registraron en la Comunidad Valenciana, es decir dos incendios de los 502 documentados, quemaron casi 50.000 hectáreas, el 83% de la superficie afectada ese año. Esos grandes incendios forestales son realmente el problema, no el fuego en sí. Y son un problema medioambiental, pero también social y económico para las zonas afectadas.
Esta primavera hemos tenido unas temperaturas altísimas. ¿Son consecuencia del cambio climático?
Eso parece. Los expertos en el tema vaticinan una mayor frecuencia de episodios de sequía, así como un aumento de las tormentas secas, debido al cambio climático, especialmente en la zona mediterránea. Esto genera más riesgo de aparición de focos de fuego y de que se conviertan en grandes incendios de alta intensidad.
Hay mucho miedo a que esta campaña sea muy negativa. ¿Qué se está haciendo mal o muy mal?
El problema principal viene de décadas de acumulación de combustible tras el abandono del medio rural, que no hemos sabido gestionar adecuadamente. Las causas de origen humano son muy variadas. En la zona mediterránea, la principal es la negligencia en las quemas agrícolas, pero no es sólo culpa de quien enciende la hoguera de rastrojos y se le va de las manos: también lo es de todos los gobiernos que no han gestionado adecuadamente la acumulación de combustible en los últimos 50 años.
Pero debemos tener en cuenta que los incendios también forman parte de la naturaleza y son un factor ecológico más del ecosistema. Lo que tenemos que hacer es tratar de corregir la alteración del régimen natural de incendios que se registra actualmente, pero tratar de eliminar completamente el fuego, además de ingenuo, sería contraproducente, ya que nos llevaría a tener en ocasiones incendios mucho más catastróficos, más intensos y severos.
Para evitar los incendios catastróficos debemos asumir que el fuego también debe estar presente en el monte mediterráneo. La reducción de combustible en zonas estratégicas mediante diferentes técnicas podría ayudar a minimizar el problema. El uso de la quema controlada como herramienta de gestión del combustible puede ser también una buena estrategia, pero hay que actuar en muchas direcciones.
¿Cuáles?
En prevención se puede actuar en muchos terrenos, pero todo debe estar basado en los resultados de la investigación de causas, y por tanto se trata de una labor muy local. No será lo mismo una zona donde la principal causa sea la acumulación de combustible y por tanto requiera tratamientos silvícolas o de gestión de la masa forestal y sus usos, que otra donde la principal causa sea la resolución de un conflicto social, o la actuación de un pirómano. Causas hay muchas y cada zona requiere de una prevención particularizada. Pero si algo urge en general es la reducción de combustible en zonas de alto riesgo como son las urbanizaciones y las casas construidas en medio del monte, la interfaz urbano-forestal.
Así que el fuego no es el enemigo....
El monte, porque es monte, tarde o temprano se quemará. Nosotros sólo podemos intentar controlar cómo se quema, si de una manera más natural y ajustada a su ciclo vegetativo, pero no intentar evitar que se queme, porque llegará un día que la acumulación de combustible será tal que la intensidad del incendio resultará devastadora y el daño producido, también.
Las medidas deben ir a gestionar el fuego teniendo en cuenta que él mismo forma parte del ecosistema y tratar de evitar los grandes incendios devastadores, no en el sentido de una lucha para la erradicación total del fuego de monte, la cual ha demostrado ser un error.
Después de un gran incendio, ¿qué hay que hacer y no hacer?
Depende de muchos factores, que dictarán si habrá que tomar medidas o no. En ocasiones es mejor no adoptar ninguna, ya que el ecosistema puede recuperarse por sí solo, pero habrá que hacer un diagnóstico como si se tratase de un enfermo y ver el grado de afectación. Dependerá de la intensidad y severidad que ha tenido el fuego, del tipo de suelo, de las condiciones meteorológicas posteriores, así como de otros factores como el tiempo transcurrido desde el anterior incendio, la orientación de la ladera, la pendiente, etc.
Entonces, ¿es o no es aconsejable la intervención humana? ¿Y en qué casos?
Las medidas a tomar pueden ir desde no hacer nada a proteger el suelo con un acolchado de mulch que puede ser de paja o de astillas de madera, o alguna adición de material orgánico que mejore sus propiedades si fuese necesario, que aporte nutrientes, aumente el contenido de materia orgánica y reactive la actividad microbiológica del suelo.
Que el terreno vuelva a las condiciones anteriores al incendio depende de si hacemos las cosas correctamente, ya que en ocasiones una actuación humana post-incendio puede ser más perjudicial que el propio fuego, como es el caso de la extracción de madera quemada utilizando maquinaria pesada y el arrastre de los troncos sobre un suelo frágil y vulnerable a la erosión.
¿Cuáles son las consecuencias de no proteger el suelo?
El suelo es la base del ecosistema: si sufre, si se erosiona, las consecuencias son una pérdida de calidad del mismo, pérdida de sus propiedades, y eso repercute en todo el ecosistema.
¿Cuánto tiempo debe pasar antes de iniciar una campaña de reforestación?
Debemos esperar a ver cómo responde el ecosistema y no repoblar si no es necesario. Esto suele llevar un par de años, salvo en algunos casos en los que por la intensidad y severidad del fuego ya se ve claramente que el banco de semillas está muy afectado y el suelo también. Como he comentado anteriormente, hay muchos factores a tener en cuenta, se debe hacer un diagnóstico, y tener muy en cuenta al suelo en ese diagnóstico.
¿Cómo sería la repoblación perfecta?
La que no es necesario hacer, ya que la naturaleza consigue recuperarse por sí sola. A veces es sólo cuestión de tiempo, pero en los casos en los que tras la evaluación se considere necesario, la mejor repoblación sería aquella que se hace contando con los futuros incendios y evitando masas forestales homogéneas. Debemos tender más a crear un mosaico, tratando de recuperar el monte original, hacer un seguimiento de cómo evoluciona esa repoblación y continuar gestionando esas masas forestales monitorizándolas permanentemente, y hacer los tratamientos silvícolas posteriores necesarios: clareos, introducción de especies que inicialmente no se pueden reproducir por si solas ya que requieren de más sombra, etc.
Háblenos de Fuegored…
Es una red creada en 2007 por investigadores dedicados a estudiar los efectos de los incendios forestales sobre el suelo. Uno de sus objetivos es favorecer la divulgación de los resultados de las investigaciones científicas y proporcionar a los técnicos y gestores información que les permita mejorar la gestión forestal. Cada vez hay más presencia en la red de gestores que tratan de acercar la investigación a la gestión forestal. En la actualidad, Fuegored cuenta con la participación de casi 400 miembros, investigadores de más de 30 universidades y centros de investigación españoles, que aportan la experiencia de décadas de trabajo científico y técnico en zonas afectadas por incendios forestales, y destacados especialistas extranjeros de países como Australia, Estados Unidos, Portugal, Lituania o el Reino Unido.
Jorge Mataix-Solera
(Alicante, 1968). Experto en el impacto de los incendios forestales sobre los suelos, es desde hace 16 años profesor-investigador de la Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante). Entre los objetos de sus estudios están asimismo los índices de calidad del suelo, su repelencia al agua y la estabilidad agregada en los mismos. Es uno de los impulsores de Fuegored, una organización de más de 400 investigadores de todo el mundo que ponen en común sus descubrimientos e informaciones para mejorar la prevención de los siniestros. También es vicepresidente de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo y editor de la revista científica Soil.
(Alicante, 1968). Experto en el impacto de los incendios forestales sobre los suelos, es desde hace 16 años profesor-investigador de la Universidad Miguel Hernández de Elche (Alicante). Entre los objetos de sus estudios están asimismo los índices de calidad del suelo, su repelencia al agua y la estabilidad agregada en los mismos. Es uno de los impulsores de Fuegored, una organización de más de 400 investigadores de todo el mundo que ponen en común sus descubrimientos e informaciones para mejorar la prevención de los siniestros. También es vicepresidente de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo y editor de la revista científica Soil.
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